Un escenario político novedoso: ¿y si la Iglesia argentina “hace lío”?

“Más de una vez he visto desde la ventana a personas que buscan en la basura, seleccionan, acarrean, y cuidan a nuestro planeta porque hacen posible el reciclado. Pero me impactó uno que yo lo veía a la mañana temprano, lo veía a la tarde, a la noche volvía y lo veía también trabajando”, remarcó en el Tedeum del 25 de mayo del año pasado en la Catedral de la Ciudad de la Plata, el arzobispo Víctor Manuel “Tucho” Fernández.
Pero no se detuvo allí, y agregó: “a pesar de eso, te aparece algún parásito bien vestido y los manda a laburar: ‘Vayan a laburar vagos’. Algún caradura que vive de rentas vive de la política, vive de su familia, vive de una herencia, pero no hace nada. Y se refiere a los cartoneros diciendo ‘¿por qué no van a laburar?’, ¿Hasta dónde llega la degradación cultural de nuestra sociedad? Donde hay gente que repite esos juicios lapidarios e ideológicos sin el menor respeto por el sufrimiento y la dignidad del otro”, sentenció.
Pasó casi un año y este mensaje de Fernández tomó nuevamente vuelo ante la catarata de insultos que llueven de partidarios del oficialismo sobre quienes pesa el martirio de ser marginados sociales. Muchos repararon en los políticos libertarios y allegados, que llaman “fisura” a personas en situación de calle, siendo “fisura” un término de calle que refiere a las personas que padecen alguna adicción y delinquen bajo la influencia de drogas de algún tipo, y que no sería para nada aplicable a una familia que no tiene donde vivir.
El video del arzobispo Fernández estuvo dando vueltas en las redes sociales y en los debates políticos, y no faltó quienes lo señalaban destacando: “Con esta Iglesia sí”. Mucho tuvo que ver, por supuesto, la muerte del papa Francisco y la revisión de su legado, que formó parte del debate político en estos días y tuvo varias interpretaciones, que fueron desde la voltereta impostada y sin argumentos del propio presidente Milei, que pasó del insulto más grave a las lágrimas y el perdón frente a Francisco. Pero también a quienes revisaron la prédica pastoral del último líder de la Iglesia católica, que supo convocar a quienes estaban fuera de ella y, también, a quienes no predican su fe, porque su mensaje tenía un costado de reparación social tan o más fuerte que el espiritual.
En pocos días más se desarrollará el conclave en la Santa Sede para elegir a un nuevo papa y la Iglesia católica debate en su figura el futuro doctrinario. Según José María Poirer, director de la revista Criterio, “será un cónclave bastante breve porque prevalece entre los cardenales la idea de no transmitir una división profunda en la Iglesia”. Para que eso sea posible un sector deberá ceder, y en ese sentido los más conservadores llevan las de perder. Posiblemente Francisco se anote un triunfo con quien sea su sucesor, que algunos esperan profundice el cambio iniciado por él mismo dentro del catolicismo. En pocas palabras, quienes creen que el “mercado” soluciona todo, sin mirar los caídos que van quedando tras su paso y en la imposición de reglas sociales vacías de interpretaciones y cuidados hacia las minorías sociales, raciales, culturales y hasta sexuales, podrán encontrar en la Iglesia un opositor duro. Muchos piensan, sin hacerlo público, en Donald Trump y sus imitadores a la hora de ponerle nombres propios a quienes observan como el rival a vencer. Consultados varios protagonistas eclesiásticos, este es el rol en el futuro que avizoran para la Iglesia mundial.
Pero ese debate, de modo no organizado ni establecido, también llega como un desafío a la Iglesia argentina, donde existen muchos “Tucho” Fernández, que utilizan esas ideas y esos temas en sus homilías, que se van replicando a lo largo del país. Poirer recuerda que “el cardenal Jorge Bergoglio, antes de ser Papa, sabía que la Iglesia estaba en una crisis profunda y que se había vuelto refractaria para los jóvenes, era consciente de eso”. Francisco entendía que era necesario que la institución eclesiástica se ocupara también de ser la portavoz de los problemas mundanos. Así lo hizo con un mensaje al mundo desde su lugar en el Vaticano, generando polémicas, y también rechazos, entre los sectores más conservadores, pero también despertando del letargo a miles de hombres consagrados que sintieron el desafío y la necesidad de “embarrarse” para estar junto a los que más sufren.
Su país, Argentina, no estaba exento de ese mensaje y fue bien interpretado, por ejemplo, por los cuatro obispos que participaran de la elección del nuevo Papa: Mario Aurelio Poli, Víctor “Tucho” Fernández, Vicente Bokalic Iglic y Ángel Sixto Rossi, a los que hay que sumar a los obispos nombrados por Francisco, que provienen del sector de “curas villeros”, como el arzobispo de Buenos Aires, José García Cuerva y Gustavo Carrara, con un trabajo social previo realizado en las villas La Cava, en San Isidro y 1.11.14 del barrio de Flores, entre otros. Su formación social los hace destinatarios plenos del mensaje de Francisco y eso los puede convertir en voceros de los más necesitados.
Este escenario hipotético que se plantea puede ser problemático para la política y en especial para el gobierno, que actualmente tiene a su favor poder lidiar con organizaciones desgastadas y desprestigiadas que son los interlocutores institucionales de los trabajadores y de los sectores más desprotegidos, como son los gremios y las organizaciones sociales. Milei puede llamarlos “sindigarcas” o “zurdos ridículos”, porque la mala imagen que tienen esos sectores es tan alta que permite que unos insultos desubicados y que irrespetan la propia investidura institucional que el Presidente porta puedan ser tolerados por gran parte de la sociedad. Tampoco se salvan quienes no comparten casi nada con la CGT o el Movimiento Evita, el Polo Obrero o Barrios de Pie, por citar a algunos. Para ellos también hay maltrato: son los “ñoños republicanos”, como si serlo fuera un desprestigio o un error, cuando todos los hombres y mujeres que actúan en un sistema democrático casi por obligación deberían ser, como mínimo, eso: republicanos.
Las preguntas que queda flotando es: ¿qué pasaría si quienes interpretan las demandas sociales y se comportan como un canal institucional entre la gente y la política es la Iglesia? ¿Cómo actuaría el gobierno a la hora de contrarrestar las críticas en boca de hombres de fe? Curas que intentarán darle a la Iglesia católica un rol protagónico en el diálogo político argentino que perdieron hace mucho tiempo, también por errores propios. Pero, a diferencia de los sindicalistas, tienen la chance de salir al ruedo con cierto plafón de credibilidad que otros no tienen. Estaríamos frente a un escenario novedoso, pero interesante a la vez, porque venimos acostumbrados a que poco o nada se puede esperar en materia de cambios de la política vernácula.
La Iglesia ya comenzó a dar pasos gigantes frente a las nuevas culturas y comportamientos sociales e individuales, la mirada de Francisco, y que es bien interpretada en la Iglesia que hereda su legado, sobre la homosexualidad, los divorcios, los nuevos mandatos culturales es positiva para allanar el camino, pero obviamente tendrían sus limitaciones, nadie en su sano juicio puede pedir a la Iglesia que acompañe el aborto. Pero todo lo demás puede ser de utilidad para ese cambio modernizador que convertiría a la Iglesia argentina en un actor político relevante, con capacidad de generar un desafío a la dura política económica y resistir el discurso autoritario, insultante que identifica y encarna el propio Javier Milei.
El futuro nos desafía de la peor manera, se estima que el mercado laboral mundial creará 170 millones de nuevos puestos de trabajo y se desplazarán 92 millones de puestos de trabajo solo para 2030, según el Informe sobre el Futuro del Empleo 2025 del Foro Económico Mundial (FEM). La Inteligencia Artificial hace creer que desconocemos los puestos de trabajo que se necesiten en 20 años y que millones de los jóvenes que hoy estudian carreras profesionales se graduarán para ejercer profesiones que no se requerirán en 25 años. Dejar todo en manos del mercado puede ser criminal, se necesitará más que nunca de una mirada social e inclusiva, porque el futuro puede ser invivible para nuestros hijos.
La semana que viene, la Iglesia tendrá su debate. Lo que pase en la Capilla Sixtina puede ser la previa de lo que podría suceder aquí si quienes están dispuestos a emular al Papa recuerdan que es el mismo que les pidió que “hagan lío” a los jóvenes para ampararse frente a un futuro que no los incluía a todos.
Esa puede ser la gran novedad de la política argentina, y que muchos que no profesamos ninguna religión entendemos que la Iglesia católica no debe ser parte del estado pero sí un nuevo actor social definido, porque es tan imprevisible y preocupante lo que viene que serán necesarias voces y canales representativos para lidiar con un poder que parece no despertar ante una realidad social que desde hace décadas viene haciendo mucho daño. Tanto, que hoy ya nos parece irreparable.

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