Estos son y así se enriquecieron los negreros catalanes
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España fue el último país europeo en ilegalizar, en 1886, la esclavitud en Cuba, entonces colonia. Y no solo eso. También jugó un papel destacado en la siniestra y lucrativa historia de la trata de seres humanos, una práctica que se prolongó entre los siglos XV y XIX y que la colocó en el cuarto puesto de las potencias esclavistas del mundo, solo por detrás de Portugal, Inglaterra y Francia. Y, sin embargo, a diferencia de otros países en los que desde hace tiempo están revisando su pasado colonial, la esclavitud continúa siendo uno de los capítulos más oscuros y silenciados de nuestra historia. Prueba de ello es que, pese a que en los últimos años abunda la investigación académica y muchos historiadores están tratando de llenar ese vacío, hasta ahora había sido abordado en una exposición que pone nombres y apellidos a los negreros, en este caso catalanes, que explica donde vivían y de donde venía su riqueza, cómo secuestraban seres humanos en África y luego los llevaban como esclavos a América, y cómo una vez allí los utilizaban como mano de obra para ingenios, las haciendas donde se molía y procesaba la caña para producir azúcar y aguardientes.
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Barca Uracán perseguida por el vapor inglés Graules en tráfico negrero
MMBLa exposición es una declaración de intenciones desde el mismo título, La Infamia. La participación catalana en la esclavitud colonial, y según admite Enric Garcia Domingo, el director del Museu Marítim, donde se exhibirá hasta el próximo 5 de octubre, generará debate e incomodará a algunas familias, “pero el objetivo no es la autoflagelación o el pedir perdón, sino que de lo que se trata es de explicar una historia de la que no hemos querido hablar durante generaciones, se ha mantenido en secreto y aún continúa siendo tabú”.
"El objetivo no es la autoflagelación o el pedir perdón, sino explicar una historia que se ha mantenido en secreto y aún continúa siendo tabú”, señala Enric Garcia“Era una espina que teníamos clavada desde hacía mucho tiempo, pero a veces no basta con querer hacer las cosas” y, en todo caso, constata, llega en un momento en el que “se está intentando blanquear, cambiar la historia, ocultando y tratando de justificar las partes más oscuras. Esas frases que escuchamos con tanta frecuencia de que 'bueno, era normal, en esa época la gente convivía con la esclavitud y tenía esclavos'. Pues no. Se ha acabado la época en la que los museos tenían que ser neutrales. Nosotros tomamos partido, sí. Contra la esclavitud, contra la explotación de personas y contra el racismo”.
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Imagen de la exposición en el Museu Marítim
Ana JiménezEl auge del tráfico de esclavos por parte de comerciantes catalanes (también vascos, cántabros y andaluces) se produjo en el siglo XIX, después de que el Reino Unido ilegalizara esta práctica en 1807 (un año después lo haría Estados Unidos). “Hasta entonces habían sido los británicos los que tenían monopolizado el tráfico, pero en el momento en el que lo prohíben se abre un agujero, una oportunidad comercial y entonces son básicamente los navegantes catalanes, españoles y portugueses los que entran en el negocio y continúan en él, de manera ilegal, durante cuarenta años”, explica Antoni Tortajada, autor del guion de la muestra, que ha contado con el asesoramiento científico de Martín Rodrigo, catedrático de la Universitat Pompeu Fabra y autor de Negreros y esclavos. Barcelona y la esclavitud atlántica (siglos XVI-XIX). El principal destino fue Cuba, isla a la que llegaron solo desde España 600.000 esclavos.
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Cimarrón sorprendido en un bosque por los perros de los 'arranchadores'. Copia del cuadro de Víctor Patricio Landaluze
Colección MMBJosep Carbó, de Sant Feliu de Guíxol; Agustí Cunill Sala, de Lloret; Esteve Gatell Roig, de Torredembarra; Josep i Pere Mas Roig, de Vilassar de Mar o Jaume Tintó Miralles, de Barcelona fueron algunos de los capitanes que pilotaron barcos de vela cargados de esclavos de manera clandestina, tratando de esquivar a la flota británica que los perseguía con barcos de vapor, tal como muestran algunos ex votos que forman parte de las colecciones del museo.
Lee tambiénEn las paredes podemos leer también los nombres de algunos armadores que organizaron expediciones (Josep Canela Raventós, Isidre Inglada, Salvador Samà, Jaume Tintó Miralles, Jaume Torrents Serramalera, Jaume Vilardebó o Antonio López, negrero que amasó una fortuna traficando esclavos con Cuba y que Ada Colau, cumpliendo su promesa electoral, retiró la estatua que le rendía homenaje. En un plano interactivo, podemos ver además las casas en las que vivían. López, por ejemplo, tuvo su residencia en el Palau Moja y Tomàs Ribalta adquirió el Palau Marc, ambos hoy sedes del departamento de Cultura de la Generalitat. Ahí está la nueva Barcelona nacida con dinero blanqueado del comercio de personas.
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Casa de calderas del Ingenio Victoria, propiedad de Simon Perez de Terán, dibujado y litografiada por Eduardo Laplante
Colección particular Joan AlemanyLa exposición, cuyo proyecto museográfico firma Ignasi Cristià, va ahondando en ese pasado vergonzoso a través de mapas, grabados y fotografías, como las de la Casa de los Esclavos, en la isla de Goreé, en Senegal, desde donde decenas de miles de nativos emprendieron hacia América sin retorno en tétricas bodegas. “Como los negreros eran perseguidos por los ingleses, tenían que ir lo más rápido posible y entonces crearon esta especie de campos de concentración, donde los hacinaban, listos para ser cargados y salir rápidamente”, apunta Mireia Mayolas, responsable del área de educación, actividades y exposiciones del museo. Hay documentados al menos una docena de estos centros regentados por catalanes a lo largo de toda la costa africana. Finalizado el viaje les esperaba el trabajo en los ingenios, nombre con el que se conocían las haciendas donde se trabajaba la caña de azúcar con mano de obra esclavizada procedente de África y de China.
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Papel Secante Tinta PeliKan.
Colección MMBMás allá de los hechos históricos, la exposición señala sus consecuencias: “el racismo”, esa tendencia “a mostrar las personas negras como personas limitadas intelectualmente o ridiculizadas”, de la que participaron desde productos comerciales como los Conguitos o el Cola Cao a revistas culturales como En Patufet. Al final, la cineasta de origen guineano Sally Fenauy apela en un vídeo, Una història de reconciliació, a la responsabilidad compartida. “Las personas que participaron en esta historia eran humanos, que vivían en su tiempo, nosotros somos humanos que vivimos en nuestro tiempo y en cierto sentido nos toca hacer nuestra parte para cambiar esta historia”, reflexiona.
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