Los museos desvelan los misterios de sus almacenes

Hay una escena al final de Indiana Jones y el arca perdida en que la caja que contiene esa reliquia mítica es depositada en un almacén con cientos de hileras repletas de otras cajas de madera, tesoros inabarcables, maravillas nunca vistas. Resulta fácil imaginar así los almacenes de los museos, allí donde reposan objetos, pinturas, esculturas no dispuestos en las salas de exhibición. La realidad es mucho menos fantástica en su sentido de fantasiosa y sí más aséptica y profesional: los museos tienen sus obras perfectamente documentadas y guardadas de la mejor manera para garantizar su conservación, una tarea que la digitalización de los archivos ha facilitado enormemente.
Miles y miles de piezas forman estos fondos que no suelen estar a la vista de los visitantes, hasta el 95 por ciento no se suele exhibir, y surge la pregunta de qué hacer con ellos. La tendencia actual busca facilitar el acceso público a todas estas obras, en muchos casos mediante centros híbridos, que combinan almacenamiento y exhibición.

En el almacén del Prado las pinturas se guardan en 'peines'. Detalle de ‘Tienda-asilo’ de Mateo Silvela y Casado, 1890
DANI DUCHEl Victoria and Albert Museum de Londres dio el pasado 31 de mayo una respuesta revolucionaria a estas cuestiones, cuando abrió el V&A East Storehouse y convirtió gran parte de sus fondos no expuestos en una especie de gabinete de curiosidades o museo de las maravillas abierto al público, en todos sus sentidos, porque no sólo muestra aquello que habitualmente no se ve porque no hay espacio para ello, sino también la trastienda de las colecciones, los talleres de restauración de diferentes tipos.
Incluso permite, con el servicio Order an Object, el contacto directo con un traje de Balenciaga o Elton John, o una guitarra de un rey del rock o una colección de cucharas, sólo hay que buscar el objeto en la colección on line y añadirlo a la cesta de los deseos, hasta un máximo de cinco. En un plazo de quince días, un técnico acompañará al visitante y le permitirá incluso tocar, palpar con sus manos las piezas, lo que hasta ahora estaba al alcance de poquísimos afortunados.
El recién abierto East Storehouse de Londres es un híbrido entre almacén y museo y permite al visitante husmear entre 250.000 objetos y obras de arteCultura/s visitó en su apertura el nuevo “museo de absolutamente todo”, como lo denominó con entusiasmo el crítico de The Guardian Oliver Wainwright.Nada menos que 250.000 objetos, de los 2,8 millones que posee el Victoria and Albert, y nunca antes expuestos, distribuidos de forma aleatoria y por peso y tamaño creando relaciones que uno nunca imaginaría y que de nuevo hace añicos el discurso museístico tal como se conoce ahora.
El espacio, denominado East Storehouse, se encuentra en el Parque Olímpico Queen Elizabeth, cuenta con 16.000 metros cuadrados de superficie y también es innovador en su arquitectura interior, obra del estudio Diller, Socifidio+Renfro. Se estructura en tres plantas que alcanzan más de veinte metros, alrededor de un espacio abierto a modo de atrio en el que se sitúa un suelo de cristal que permite contemplar el piso inferior, con la Columnata de Agra, construida en la década de 1630 por el emperador mogol Shah Jahan (creador del Taj Mahal) para su hammam.

Almacén de pinturas en el Depot de Rotterdam
Ossip van DuivenbodeCada nivel cuenta con pasarelas públicas de rejilla metálica que permiten explorar más estanterías de la colección y ver el museo en funcionamiento (el centro recomienda fuertemente evitar el calzado con tacones, y por experiencia hay que hacerle caso). Hay tal abundancia de todo que el visitante puede sentirse abrumado: muebles, columnas, estatuas, instrumentos musicales, un astrolabio islámico, la Virgen María de Donatello, juguetes, incluida una enorme casa de muñecas georgiana, espadas samuráis... algunos sobre o con sus cajas, eso y un aparente pero falso desorden llevan al visitante a recordar un almacén de antigüedades.
Pero la impresión se disipa pronto: el wifi del museo permite seguir el recorrido en el móvil y encontrar perfectamente documentados los objetos. Llama especialmente la atención el Picasso más grande del mundo: dos mujeres colosales y carnosas corren por la playa cogidas de la mano con los cabellos al aire. Se trata un monumental telón, 10,4 por 11,7 metros, diseñado por Picasso en 1924 para la producción El tren azul de los Ballets Rusos de 1924, e inspirado en su cuadro Dos mujeres corriendo por la playa.
El Open Storage consiste en mostrar al público los fondos no expuestos en vitrinas cargadas de objetosTambién se exhiben un fragmento de los Robin Hood Gardens —las viviendas sociales diseñadas por Alison y Peter Smithson que fueron demolidas por votación de sus habitantes–, y una de las cúpulas de artesonado extraordinario del palacio toledano de Torrijos, del siglo XVI. desmantelado, ay, a principios del siglo XX.
“Ni almacén ni museo”, definieron los arquitectos del proyecto el nuevo centro de arte, “queríamos que la gente respirara el mismo aire que los objetos, así que eliminamos las barreras”. Todos los responsables coinciden en señalar el carácter “híbrido” del museo y su transparencia, que es la que le otorga ese carácter de trastienda llena de tesoros desconocidos de la que disfruta el visitante, que puede encontrarse, y de hecho lo hace, con trabajadores transportando en carretillas las obras. El centro alberga 350.000 libros.
Una tendencia, la de sacar a la luz los fondos museísticos, que ya se inició en las décadas de 1960 y 1970 en Norteamérica, cuando algunos museos empezaron a incorporar el “almacenamiento abierto”, en un esfuerzo por “democratizar” su acceso a las obras. El Open Storage consiste en mostrar al público sus fondos no expuestos en vitrinas cargadas de objetos, pero sin una narrativa, en ocasiones sin apenas información. Uno de los museos pioneros en incorporarlo fue el Metropolitan Art Museum de Nueva York, que posee unos dos millones de objetos de los que 200.000 están expuestos en galería. El Henry R. Luce Center exhibe en vitrinas 12.000 objetos norteamericanos de todo tipo.

El monumental telón diseñado por Picasso se puede ver en el East Storehouse de Londres
Victoria and Albert MuseumTambién el museo de Brooklyn, cuyo entonces director, Arnold L. Lehman, dijo a The New York Times que “lo que se guarda siempre ha sido uno de esos múltiples secretos que guardan los museos. Esto dará a la gente una idea de cómo es el almacenamiento y qué hay allí”. Una idea para el público y un respiro para los museos, por el elevado coste de mantenimiento de los almacenes, que en Estados Unidos están sobresaturados por los legados privados, no siempre de suficiente valor.
Más allá de las vitrinas abarrotadas, la manera con que ahora se concibe esta salida del almacén tiene referentes en los Países Bajos y en Gran Bretaña, donde se inició cuando en el 2015 el gobierno decidió poner a la venta unos edificios, el Blythe House, en los que se acumulaban obras del Museo Británico, el V&A y el Museo de la Ciencia, lo que dio pie a un debate sobre cómo gestionar y aumentar el acceso público a unas colecciones integradas por obras valiosas y esenciales para el funcionamiento de los museos aunque no estén en sus salas de exhibición.
De ahí surgió el East Storehouse, mientras que el Science Group Museum construyó en un antiguo granero de la RAF una especie de hangar de 33.000 metros cuadrados al que trasladaron más de 300.000 objetos de lo que denominan colecciones “de reserva”, desde un tranvía decimonónico a un misil nuclear Blue Steel de la década de 1960, sin ojiva, claro, y que ahora puede ser visitado por grupos escolares y por el público general en visitas guiada
Ni el museo del Prado ni el MNAC tienen previsto abrir sus almacenes al público general, como otros centrosMás complicado lo tiene el Museo Británico, que cuenta en sus colecciones con unos ocho millones de objetos, de los que unos 80.000 están en exhibición pública en su sede de Bloomsbury en un momento dado, sólo un 1 por ciento, aunque una parte considerable no puede exhibirse por su fragilidad. Además de los almacenes bajo el museo, el desalojo de Blythe House llevó a construir unas instalaciones de vanguardia para acoger la Colección de investigación Arqueológica (BM_ARC); allí se almacenan y estudian 1,3 millones de objetos y se preparan también para los préstamos, una de las maneras de digamos dar salida a muchas de las piezas. El acceso del público es por cita previa y con restricciones.
Las oportunidades vienen en ocasiones como solución a problemas. La apertura en el 2021 del que se considera el primer almacén de museo visitable de la historia, el Depot Boijmans de Rotterdam, coincidió con el cierre temporal de su casa madre , el museo Boijmans van Beuningen, en obras hasta el 2028. En su página web, el Depot anuncia que “los visitantes pueden admirar el resultado de más de 175 años de coleccionismo”, el “primer depósito de arte del mundo que ofrece acceso a la colección completa de un museo”.
Y es que las 150.000 obras que forman el fondo del Boijmans se han reunido aquí, en un edificio tan extraordinario en su forma, como una maceta o cuenco con su fachada cubierta de espejos, como en su interior. La colección se ordena según su tamaño y requisitos climáticos, objetos o pinturas cuelgan de un estante o se exponen en estantes en los catorce compartimentos de almacenamiento, o se exhiben en una de las trece grandes vitrinas de cristal flotante del atrio, un depósito que “se abre como un archivo visual accesible”, según el museo.

El Open Storage del Luce Center, Metropolitan Art Museum, Nueva York
MetEl Museu Nacional d’Art de Catalunya cuenta en sus fondos con unas 350.000 obras, de las que los lotes más numerosos son los correspondientes a fotografía con 109.000 obras, carteles, dibujos y grabados con 113.000 y numismática con 160.000. Los almacenes con las obras no expuestas se encuentran bajo el museo, en diferentes salas, y según explica Sílvia Tena, cap del Departament de Registre d’obres d’art i Gestió de Col·leccions, “hace ya tiempo que están al límite de su capacidad. Y el ingreso de obra nueva, aunque siempre es una gran noticia para el museo, provoca más demanda de espacios debido a sus formatos, en ocasiones, extra-grandes”.
Las visitas están restringidas a especialistas, pero las obras rotan según los proyectos de remodelación de los conservadores; también existe una política de préstamos, “bastante exigente”, puntualiza Tena. El espacio destinado a almacenes aumentará con la ampliación del MNAC, “pero aún está en estudio qué lugares y en qué espacios podremos crecer, preparar esos espacios para que cumplan con los requisitos de humedad y temperatura”, precisa Tena, que, preguntada por la posibilidad de abrir algún espacio para mostrar estos fondos al público, responde que “se está estudiando”.

Uno de los espacios del Depot
Depot RotterdamUn cálculo aproximado de obras expuestas de manera más o menos permanente estaría a en torno a unas 2.500-3.000, “siempre se procura un equilibrio entre la visibilización y contextualización de las colecciones (préstamos, depósitos, exposiciones...) y la presentación de los objetos que la componen por razón de su fragilidad o significación”.
Visitas con guía y cita previa, híbridos entre museos y depósitos como el Schaulager de Basilea, o el Zentraldepot que se está construyendo en el distrito de Friedrichshagen en Berlín para reunir talleres de conservación y depósitos dispersos y facilitar su apertura al público. Aún así nunca será posible ver todos los objetos o pinturas de una colección, pero digitalizarlos con su información es otra opción. Los almacenes se reivindican: no sólo las obras maestras merecen nuestra atención.
EL ALMACÉN DEL MUSEO DEL PRADO, BIEN CATALOGADO Y SIN TESOROS SECRETOS
¿Tesoros escondidos en los almacenes del museo del Prado? Isabel Bennasar, del Registro de Obras de Arte del Museo Nacional del Prado y que es quien acompaña a Cultura/s en la visita a los fondos del museo, no puede evitar una sonrisa ante una pregunta que debe mucho a Hollywood. No, aquí los tesoros están catalogados y documentados, no hay piezas secretas por descubrir, nada se escapa al control de estos técnicos que registran absolutamente todo lo que se guarda en estos depósitos, sus idas y venidas, entradas y salidas y las condiciones de temperatura y humedad, que son las mismas que las de las salas donde se arremolinan los más de tres millones de personas que visitan anualmente el museo.
Arriba y abajo, dos mundos diferentes, pero no extraños, y muy relacionados. Los almacenes del museo acogen más de 31.500 piezas de las cerca de 37.500 con que cuenta el Prado: de este fondo, unas 23. 887 son obras en papel, fotografías, grabados y otras obras que no se pueden exponer durante más de tres meses por su fragilidad y que deben conservarse en condiciones especiales. El resto, pinturas, esculturas, objetos tienen sus momentos de gloria cuando se prestan para alguna exposición o se muestran en sala con motivo de alguna de sus frecuentes remodelaciones.

Isabel Bennasar, del Registro de Obras de Arte del Museo Nacional del Prado
Dani DuchCaminamos en un ambiente completamente aséptico por los diferentes almacenes, a cada lado los peines en los que se guardan las pinturas. También hay un almacén para las estatuas y otra para los objetos, porque aunque el museo del Prado se considere esencialmente una pinacoteca, aquí se conservan desde porcelanas a armaduras, espadas, monedas, muebles, estuches y piezas de pietre dure que serían el sueño de cualquier coleccionista.
Son ocho almacenes distribuidos entre los edificios de Villanueva y Jerónimos y comunicados por una red de pasillos de los que no se difunden más datos por razones obvias de seguridad. También en esta zona se encuentran el muelle de carga para la entrada y salida de las obras, las salas de embalaje, un montacuadros de grandes dimensiones y todo lo necesario para mover las piezas. Uno de los almacenes se reserva para las pinturas de gran tamaño, porque el museo posee una colección bastante amplia de pintura histórica.
De las más de 37.500 obras con que cuenta el Prado, más de 31.500 están en almacenes, en especial las de papelAdemás, el museo dispone de otro almacén externo destinado a los marcos de la colección. Los peines son la base. Los tres almacenes de pintura ubicados en el edificio de Jerónimos contienen 212 peines de doble cara soportados en una estructura autoportante, con una altura estándar de 4 metros y que contienen peines de largos variables de 2,5, 4, 5 y 8 metros para adaptarse a las distintas dimensiones de las obras.
Se sujetan al techo con un sistema de rodamientos para minimizar golpes y vibraciones, y tienen ruedas para facilitar su desplazamiento. Cada peine contiene una rejilla, que es donde se enganchan los cuadros mediante unos colgadores de hierro, y se utilizan las dos caras para aprovechar todo el espacio disponible. Porque si hay una palabra que se repite es “espacio”, son muchas obras y hay que hacerles sitio, y en buenas condiciones, algo básico porque la función principal es velar en todo momento por la seguridad de las obras.

Un objeto del almacén de artes decorativas del museo del Prado
Dani DuchLa distribución es distinta a la que se tiene en las salas, la primera idea fue ordenar los cuadros por épocas y artistas, pero, ay, el espacio, y la colección del museo sigue creciendo, lo que significa que hay que utilizar cada milímetro, por ello las pinturas se colocan de manera que encajen entre ellas, dejando el margen necesario.
características diferentes, con 24 estanterías de cuatro metros de altura y módulos móviles. El de artes decorativas también se ajusta a las piezas que alberga: en vez de peines, hay cajones en los que los objetos se pueden disponer planos; en este almacén encontramos, por ejemplo, parte de los estuches del tesoro del Delfín, que se exhibe en el edificio Villanueva. Todo se cuida con mimo.
Con la ampliación del Prado habrá más espacio para almacenes, mencionamos la apuesta del Victoria and Albert con su East Storehouse para dar otra vida a los fondos. Bennasar explica que “nosotros tenemos una forma diferente de hacer las cosas, estos son espacios restringidos, pero vienen también investigadores, los almacenes siempre están abiertos para ellos y para otras instituciones culturales, siempre se pueden organizar visitas de grupos restringidos, ver el tipo de almacenes que tenemos, se va trabajando sobre ellos; no es una apertura tan abierta como puede ser la del V&A”.
El museo del Prado tiene toda su colección on line y en Instagram se cuelgan vídeos enseñando los almacenes y explicando la organización del centro. “Es otra forma de acercamiento”, concluye Bennasar, quien destaca que en los almacenes del Prado, entre las rotaciones de cuadros, las restauraciones, las entradas y salidas por préstamos,”hay muchísima más vida de lo que se piensa”.
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