Nostalgia amorosa durante el confinamiento

Los efectos de la pandemia iniciada en el 2019 y desatada por todo el planeta en el 2020 han dado numerosos frutos periodísticos y también, más paulatinamente, literarios. En el tiempo que siguió al confinamiento fueron abundantes los diarios y testimonios personales de autores que vivieron ese complicado momento. Los novelísticos han ido apareciendo: uno de los grandes éxitos de la presente temporada, Las que no duermen Nash, de Dolores Redondo, se desarrolla en plena eclosión de la enfermedad, que genera las correspondientes trabas a la protagonista.

Llega ahora un título aparecido en holandés en el 2022: Monterosso mon amour (Acantilado en castellano/Quaderns Crema en catalán; traducciones de G. Fernández Gómez y M. Rosich), que se centra también en buena parte en el periodo del confinamiento. El autor, con apellido de difícil pronunciación, Ilja Leonard Pfeijffer, es una firma prestigiosa y premiada en los Países Bajos, se le debe una amplia bibliografía en varios géneros y reside actualmente en Italia.

Acantilado ya le publicó en el 2021 una novela extensa, Grand Hotel Europa, a propósito de la cual declaró a Núria Escur en este diario que “en Europa hay tanto pasado que ya no queda futuro” y que “el turismo no es inocuo, mata las ciudades, mata su alma”. De ambos conceptos vive también el libro recién aparecido.

⁄ Carmen se refugia en la imaginación y vuelve a menudo al recuerdo de unas vacaciones mediterráneas

Monterosso mon amour es una narración corta, una nouvelle de 111 páginas, de breve y grata lectura. La protagonista, una bibliotecaria holandesa, está casada con un diplomático que no llegó a ascender demasiado en la carrera, y ahora disfruta de una cómoda y bien retribuida jubilación.

Ella, Carmen, se siente vieja “porque le gusta leer”, considera que sus intereses personales y las obsesiones del mundo siguen líneas cada vez más divergentes y, en suma, lleva una vida monótona y por debajo de lo que esperaba de la existencia. Se refugia en la imaginación, tiene hambre de grandes relatos y vuelve a menudo al recuerdo de unas vacaciones mediterráneas con sus padres, de adolescente, donde conoció a un muchacho italiano que le gustó y donde, bajo la superficie del agua marina, recibió su primer beso.

La llegada de un escritor a la biblioteca donde realiza su voluntariado –el propio Pfeijffer, autocaricaturizado– remueve sus emociones. En el acto público, el autor diserta sobre el turismo de masas y menciona la localidad costera de Monterosso, donde Carmen vivió aquella epifanía juvenil. En pocos días ella estará volando con KLM hacia el aeropuerto de Génova, desde donde va a desplazarse al pueblecito que le significó tanto.

En la pensión que regenta la bella Tiziana, la protagonista iniciará su particular búsqueda del tiempo perdido

Allí, en Monterosso, en la pensión que regenta la bella Tiziana, con un ejemplar de La muerte en Venecia sobre la mesilla de noche, Carmen iniciará su particular búsqueda del tiempo perdido, con la coincidencia de que un extraño virus surgido en la lejana China ha llegado a Italia y está provocando que las autoridades empiecen a clausurar locales, a limitar horarios y a restringir desplazamientos. También en la población de la Liguria donde se ha instalado la protagonista, ahora huérfana de turismo.

Esta Carmen de Pfeijffer podría decir, como la Parthenope de Sorrentino, que quizás la juventud fue algo maravilloso... pero duró poco. La novela del autor de Rijswijk enlaza también con algunos títulos recientes de autores ya en los setenta, como Julian Barnes o Ian McEwan, que desde la tercera etapa de la vida lanzan una mirada retrospectiva a los años jóvenes intentando elucidar qué pudo haber sido de forma diferente, o qué elementos se les escaparon entonces para la correcta comprensión de aquello que iba a constituir sus vidas. Pfejffer, más joven que estos grandes de la literatura británica (nació en 1968), no ha necesitado esperar a su edad para realizar una aportación apreciable sobre el tema.