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¿Por qué el libro ‘La llamada’, de Leila Guerriero, está en el centro de una dura polémica?

¿Por qué el libro ‘La llamada’, de Leila Guerriero, está en el centro de una dura polémica?

Premiada en España y en la última Feria del Libro de Buenos Aires, con quince ediciones a partir de su lanzamiento a principios de 2024, La llamada (Anagrama( se ha convertido también en el centro de una polémica. El libro de Leila Guerriero vuelve a plantear los problemas de la memoria y de la última dictadura en la Argentina sin habérselo propuesto, ya que su objeto es un retrato de Silvia Labayru, exmilitante de Montoneros detenida en la Escuela de Mecánica de la Armada entre diciembre de 1976 y junio de 1978.

Labayru tuvo a su hija en el centro clandestino, fue torturada, obligada a realizar trabajo esclavo y violada por un oficial y su esposa, de lo que dio cuenta como denunciante en la primera causa por delitos sexuales cometidos en la Esma. Fue también forzada a acompañar a Alfredo Astiz en la infiltración de los marinos en las Madres de Plaza de Mayo y el círculo solidario que incluyó a las monjas francesas Alice Domon y Léonie Duquet.

La reconstrucción de ese episodio es uno de los aspectos cuestionados en La llamada: “La figura de Astiz aparece en el libro con un barniz de simpatía, como si fuera un amigo. El hecho complejo de la infiltración está muy relativizado, sin ninguna interrogación”, objeta la socióloga y ensayista María Pía López.

Guerriero mantuvo conversaciones con Labayru durante un año y siete meses y obtuvo más de cien testimonios de personas relacionadas con la protagonista en distintas circunstancias. Se propuso “encontrar tantas facetas como sea posible para contar esta historia y escribir un texto sin reduccionismos”, según le explicó a Martín Gras cuando este ex detenido-desaparecido rechazó una entrevista.

La cercanía y la intimidad lograda con la protagonista son una marca registrada en sus trabajos como cronista, pero ahora también reciben críticas. En una reseña del libro, el investigador del Conicet y autor de Pensar los 30.000, Emilio Crenzel resalta “el efecto de fascinación por Labayru que anula en la autora toda perspectiva crítica respecto de los núcleos medulares de su experiencia”.

Acto día del periodista de la Academia Nacional de Periodismo en la Biblioteca Nacional. Se entregaron el premio Pluma de Honor a Leila Guerriero y Jorge Fernandez Diaz. Foto Maxi Failla.Acto día del periodista de la Academia Nacional de Periodismo en la Biblioteca Nacional. Se entregaron el premio Pluma de Honor a Leila Guerriero y Jorge Fernandez Diaz. Foto Maxi Failla.

En otra reseña, publicada en España, el escritor Jorge Carrión valora en cambio la exhaustividad de las entrevistas y el relato de Guerriero como “un perfil con profusión de diálogos”, “un coro de voces, contrapunteado por el punto de vista discreto de la narradora” del cual “el lector extrae su propia visión del personaje”.

Rubén Chababo valora a su vez “el intento de ingresar a una zona infernal despojándose de los clásicos mandatos acerca de qué decir, qué no decir, o de cómo decirlo”.

Exdirector del Museo de la Memoria de Rosario, Rubén Chababo descarta los cuestionamientos: “La llamada es la versión de un pasado, singular, incómoda, desajustada respecto al modelo consagrado, tan valiosa y merecedora de atención y escucha como cualquier otra. Es un relato biográfico que en absoluto pretende la autora hacer extensible a la totalidad de militantes o de quienes padecieron cautiverio”, dice.

La época y la protagonista

En 2024, La llamada fue el objeto de discusión de un encuentro convocado por las antropólogas Virginia Vecchioli y Sabina Frederic, el consultor Tomás Fabricante y el politólogo Alon Kelmeszes en el Centro Cultural de la Cooperación.

Fueron cuatro encuentros en los que participaron setenta personas con pertenencias generacionales, posiciones políticas y perspectivas diversas sobre el pasado, desde víctimas del terrorismo de Estado hasta militantes libertarios. También resultaron disímiles las lecturas, entre la impugnación del libro como relato de memoria y su celebración como un nuevo “Nunca más”.

María Pía López. Archivo Clarín.María Pía López. Archivo Clarín.

“No objeto en La llamada la decisión de narrar la singularidad de una historia, sino más bien una cuestión ética y también una cuestión política: el descuidado tratamiento que recibe el testimonio de Silvia Labayru así como la rotunda despolitización del relato de su militancia, su desaparición, su exilio y lo que siguió después”, afirma Ana Longoni, autora de Traiciones, libro en el que examina las representaciones de los sobrevivientes de la dictadura en relatos de ficción y no ficción.

Longoni, como otras voces, cuestiona lo que sugiere el título de Guerriero: que la decisión de liberar a Labayru estuvo influenciada por la respuesta de su padre ante un llamado telefónico de los represores. “Se obtura considerar la arbitrariedad de la voluntad de los captores y cualquier dimensión colectiva en el hecho de haber sobrevivido”, afirma la ensayista e investigadora del Conicet.

Guerriero explicita en el libro que La llamada no se propone abordar los años 70 y apunta con simpleza deliberada (“un resumen sin espesor”, dice) los hechos políticos que marcaron la década. “Es difícil hacer un retrato de una persona cuya vida estuvo signada por lo que sucedió en relación a la militancia y la represión y no considerar los procesos sociales en que esa vida transcurrió”, se opone María Pía López.

La socióloga asocia a La llamada con Argentina, 1985, la película de Santiago Mitre sobre el fiscal Julio César Strassera y el Juicio a las Juntas Militares. Ambas obras coincidirían en producir “un fuera de campo” que excluye la comprensión política de la represión: “Si en Argentina, 1985 eso se evidenciaba con la ausencia del movimiento de derechos humanos y la privación del pañuelo de las Madres, en La llamada se materializa en la sustitución de la conversación sobre los motivos de la insurgencia por la constatación fascinada de la belleza de Labayru”.

Rubén Chababo tiene otra mirada: “El libro de Guerriero no es una versión lavada de la historia ni contribuye a darle argumento a ninguna avanzada para justificar los crímenes perpetrados por el Estado. No puedo dejar de leer esta clase de señalamientos como una resistencia, una más de las tantas, a quebrar el friso de las versiones consagradas y épicas, aquellas que dominaron la narrativa de los últimos años en la esfera pública”.

La controversia también apunta a la caracterización de Silvia Labayru como “víctima incómoda” para unos y otros en el escenario de los 70 y su ubicación en una “articulación paria”, según Guerriero, por el rechazo a la teoría de los dos demonios y las críticas a la conducción montonera.

Ana Longoni. Foto: Guillermo Rodriguez Adami.Ana Longoni. Foto: Guillermo Rodriguez Adami.

María Pía López cita Poder y desaparición (1998), el libro de Pilar Calveiro que abrió la discusión sobre la Esma, las críticas de Rodolfo Walsh a la dirigencia montonera y la discusión “No matarás” a partir de una carta de Oscar Del Barco: “Es decir, no hay situación de paria. Hay una cantidad de personas que tuvieron compromisos con la militancia de los 70 y no dejaron de criticar lo que se hacía. Ese es el tipo de operaciones que hace el libro: borra un campo de querellas para dejar a una persona suelta”.

Preguntas en el viento

Un jurado reunido en la última Feria del Libro de Buenos Aires e integrado por veinticuatro escritores y periodistas culturales consagró a La llamada como el mejor libro de 2024. Previamente, en Madrid, Leila Guerriero recibió el Premio Zenda de Narrativa tras un dictamen que celebró la narración y la producción periodística como factores de “un tremendo, conmovedor y a la vez humorístico relato sobre experiencias límite de la vida y sobre el poderoso instinto humano de supervivencia”.

Entre las entrevistadas para el retrato de Labayru se encontraron otras exsobrevivientes de la Esma que también fueron rechazadas como supuestas colaboradoras de la represión. “Así como en el libro aparece el hecho de que el carácter de sobreviviente de Silvia fue muy enjuiciado por muchos de sus compañeres, como le pasó a otros sobrevivientes, está menos tematizado lo que significó el acompañamiento a Astiz, y habría que pensar qué significa la infiltración, cómo se llega a esa situación”, plantea María Pía López.

Ana Longoni señala que “Silvia Labayru y varias otras sobrevivientes han sido muy valientes en evidenciar los delitos sexuales como una zona específica de la represión ilegal durante la última dictadura” y “también han dejado claro que no se puede hablar nunca de consentimiento en las relaciones sexuales e incluso afectivas entre prisioneras y represores”.

El tema “ha ganado lugar como asunto de elaboración” con otros libros –a partir de Ese infierno (2001), conversaciones entre cinco mujeres sobrevivientes de la ESMA– y exposiciones. “Sobrellevar la vergüenza y romper el silencio para denunciar la sistemática violencia sexual como procedimiento represivo es una manifestación más de cómo nos ha transformado el feminismo. Me pregunto cuándo los sobrevivientes varones podrán hacer ese movimiento subjetivo y narrar los delitos sexuales de los que también fueron objeto en los centros clandestinos de detención”, agrega la autora de Traiciones.

ExESMA. Foto: archivo Clarín.ExESMA. Foto: archivo Clarín.

Los debates en el Centro Cultural de la Cooperación remitieron también al spot “Memoria completa” del gobierno nacional y la lectura de La llamada fue un soporte para reabrir preguntas sobre la memoria de los 70.

Emilio Crenzel considera al libro “un objeto de estudio significativo”, cuya repercusión evidencia “que las historias y legados de la desaparición forzada de personas siguen concitando interés en el país” y en consecuencia propone “pensar con lentes desnaturalizados el universo concentracionario, los testimonios de sus víctimas y sus experiencias evitando la condena moral pero, al mismo tiempo, la complacencia acrítica”.

El proceso de investigación, la trama de las entrevistas y el detalle de los encuentros con Labayru son parte del relato de La llamada. También las propias dudas de Guerriero y los interrogantes recibidos apenas empezó a construir el retrato, empezando por el más básico: con qué criterio elige sus historias. “A lo mejor por preguntas de hace dos décadas que quedaron flotando en el viento”, se responde, y la polémica parece darle la razón.

La traición, una discusión abierta

La discusión sobre las representaciones de la traición se reavivó con una serie de notas publicadas por Mario Santucho en la revista Crisis sobre la muerte de su padre, Roberto Santucho, en un operativo del Ejército. El tema tiene ya una tradición en la literatura y el ensayo, “pero es novedoso para quienes no pertenecen al campo de los estudios del pasado reciente”, observa Rubén Chababo.

“El estigma que pesa sobre quienes salieron con vida de los campos de concentración sigue punzando, y una clara manifestación son las notas en que Mario Santucho insiste en señalar a un supuesto delator que condujo a la caída del departamento de Villa Martelli donde se refugiaban la conducción del ERP y sus familias”, dice Ana Longoni.

Bajo el título “Quién delató a mi viejo”, Santucho revisó los hechos que condujeron al operativo del Ejército del 19 de julio de 1976 en el que también cayeron Benito Urteaga, Liliana Defino y Alba Lanzillotto.

“Una vez más, la derrota revolucionaria se tramita encontrando a un culpable, en lugar de encarar el difícil ejercicio de considerar múltiples factores, la descomunal y sistemática represión, en primer término, pero también los desaciertos, distorsiones, responsabilidades e incluso errores de quienes impulsaron proyectos emancipadores”, plantea Longoni.

Clarin

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