Shakespeare se da un baño de espuma

Como asentó Eduardo Mendoza en Sin noticias de Gurb, esta ciudad mantiene una pésima relación con las nubes: “En Barcelona llueve como su Ayuntamiento actúa: pocas veces, pero a lo bestia”. Eso se esperaba el sábado pasado, 12 de julio, cuando los móviles avisaron que se avecinaba una tormenta de las gordas. Al final no fue para tanto, al menos en la capital catalana, pero la cautela dio al traste con el que habría sido el gran acontecimiento cultural de la season: una fiesta de la espuma, como en las discotecas ochenteras, para celebrar el 20.º aniversario de La Ciutat Invisible (Riera d’Escuder, 38), una librería de Sants especializada en ensayo crítico y cañero.
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Decepción. Bajona. Llegaban niños, jóvenes y vecinos veteranos del barrio preguntando por las supuestas burbujas una vez se hubo disipado el amago de diluvio. Las familias iban cambiando de planes sobre la marcha: de la enjabonada colosal a la tediosa compra semanal en el súper.
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–A mí no me ha saltado la alarma.
–Qué raro.
–Yo he bajado de Molins de Rei, y allí sí que daba miedo.
–Ya. Después de lo de Valencia nadie se la juega; nadie quiere ser Mazón –sentenció la chica que conversa con otro cliente, una mamá joven ataviada con una camiseta que dice “King Kong Queen”.
La fiesta de la espuma debió celebrarse en el patio al aire libre de La Comunal, una colmena cultural ubicada en un antiguo almacén textil de 1925, donde La Ciutat Invisible convive con otras siete cooperativas de trabajo. No hubo espuma pero sí alegría nocturna, relata la librera Irene Jaume, con un bingo musical, una cena y la satisfacción de que el proyecto continúa en la pelea.
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Pasaron los días y llegó la chicharrera, esta boina de bochorno que se ha instalado sobre las testas barcelonesas; la xafogor es un estado mental. La sombra amable de los tilos y una ligera brisa aliviaron un tanto al público que acudió, el lunes, al parque de la Estació del Nord para presenciar el montaje, a cargo del grupo Parking Shakespeare, de una obra tardía del bardo inmortal, quizá la última, titulada Cimbelí (Cymbeline, King of Britain). El respetable se acomodó en las gradas dispuestas en espiral, en círculos concéntricos.
Se trata de un romance disparatado, con más comedia que drama, donde el gran dramaturgo inglés echó al caldero varios ingredientes de su universo creativo, al buen tuntún, hasta conseguir un guiso peculiar: amantes contrariados, una madrastra, conspiraciones para derrocar al rey, una pócima venenosa, un hijastro patán, criados fieles, romanos malos, cambios de identidad, un asesinato y varios intentos de homicidio; en suma, un cirio considerable. El crítico Harold Bloom dijo que Shakespeare hizo en Cymbeline una “parodia de sí mismo”.
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La obra dura cuatro horas y media pero la versión, en catalán, de Jenny Beacraft la jibariza a 90 minutos con la introducción de un narrador que, para alivio de la audiencia, explica los saltos de guion y el tuneo de las tijeras. Los actores de Parking Shakespeare, con una dicción exquisita, están que se salen, y algunos interpretan incluso varios papeles a la vez. Ojo, que vale la pena, es gratis, y la compañía la representa a diario, a las 19 horas, hasta el próximo 28 de julio (excepto martes y miércoles). El lunes, llenaron el cubo de la taquilla inversa hasta la mitad, con billetes de 5 y 10 euros.

Joan Casas Fuster y Care Santos el martes en la librería Obaga
Algo de shakesperiano pero sin tragedia tuvo la pasión que unió a los progenitores de Care Santos: el padre, médico, sevillano, un disfrutón, todo un personaje; la madre, adolescente, una belleza barcelonesa de buena familia, de la burguesía textil. Se conocieron en los años cincuenta, por carta, por invitación de la revista Cine Mundo. Las mimbres apuntaban a un amor imposible, pero no.
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Tras la muerte de la madre, la escritora de Mataró descubre una caja con la correspondencia que ambos mantuvieron y urde la novela L’amor que pasa (Columna/Destino). Charlando al respecto, pasamos un rato la mar de agradable, el martes, en Obaga (Girona, 179), la acogedora librería que regentan Carol y Dioni Porta, autor, por cierto, de la novela Empujar el sol (Pepitas de Calabaza). Joan Casas Fuster, voz estupenda, en el papel de presentador, y la actriz Mont Plans entre el público.
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