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Los accionistas de Molins buscan un acuerdo; Wallbox: de la especulación al rescate

Los accionistas de Molins buscan un acuerdo; Wallbox: de la especulación al rescate

Los accionistas de la cementera catalana Molins andan ajetreados buscando un acuerdo entre las familias para antes de su junta, convocada para el próximo día 27. Las diferencias se centran en la renovación de tres consejeros y en la posible elección de un nuevo presiente no ejecutivo en sustitución del actual, Joan Molins Amat. Este es miembro de una de las tres ramas familiares que se reparten el capital, en este caso de los Molins Amat, que detentan en torno a un 33%. Las otras dos líneas son la de los Molins López Rodó, con alrededor del 34% y por último, los Molins Gil, con un 26%.

Joan Molins, 83 años, es el veterano presidente de la compañía desde 2017, aunque previamente había ocupado el cargo de consejero delegado durante más de tres décadas. El actual consejero delegado, desde hace justo un año es Marcos Cela.

Históricamente, los relevos y cambios en la empresa han sido pactados entre estas tres familias, que tienen sindicadas sus acciones en un pacto que precisamente vence el próximo mes de diciembre. En ese acuerdo, participan las tres familias al completo, con la excepción de una parte de los Molins Amat, que se desligaron en protesta por la decisión de trasladar la sede social a Madrid, adoptada por el consejo en octubre del 2017 tras la crisis del referéndum de independencia. El 10% restante de las acciones se reparte entre un 5% que cotiza en el mercado “parqué” (corros) de la Bolsa de Barcelona y otro 5% de autocartera.

De cara a la renovación de los próximos días, la intención de los López Rodo y los Gil es proponer la sustitución de Joan Molins por Julio Rodríguez, que fue el consejero delegado de la cementera durante nueve años, hasta la elección de Cela, como informó El Periódico. Para ello, proponen que Rodríguez se incorpore al consejo en la próxima junta del 27. Además, se propone que los otros dos dominicales sean Beatriz Molins Domingo, en representación de la rama López Rodó y el propio Joan Molins, que aspira a renovar su cargo de presidente. Los Molins Amat, por su parte, defienden la continuidad de Joan Molins, aunque aceptan que se ponga en marcha el relevo de forma ordenada y con un calendario acotada. Asimismo, cuestionan el nombramiento de Rodríguez como consejero y presidente, atendiendo a que fue el antecesor del actual consejero delegado, lo que podría parecer una tutela excesiva.

Joan Molins

Joan Molins Amat

Joan Molins

Asimismo, argumentan, el acuerdo posibilitaría mantener y ampliar el pacto de sindicación, toda vez que tras el retorno de la sede a Barcelona, todos los Molins Amat se incorporarían también.

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Muchas veces, la especulación extrema tiene consecuencias ruinosas. Wallbox, la empresa catalana fabricante de cargadores para vehículos eléctricos, es un buen ejemplo de la efímera euforia de las burbujas financieras. Hace menos de cuatro años, en octubre del 2021, la empresa fundada por Enric Asunción y Eduard Castañeda, debutó en la bolsa de Nueva York y en la primera jornada alcanzó una valoración de casi 1.300 millones de euros: un unicornio, como se conoce en el argot de las finanzas tecnológicas a las start ups que alcanzan los 1.000 millones de capitalización. Algo que en España solo habían logrado antes Glovo y Cabify. Un sueño para sus dos impulsores y sus socios, Iberdrola y un par de fondos de capital. Utilizó un rutilante vehículo especial, una spac, para cotizar por la vía rápida y pasar pocos controles.

Su plan de negocio prometía beneficios justamente en este año 2025 y una facturación superior a los 1.200 millones. Sin embargo, el año pasado esa cifra fue de una décima parte de lo previsto en los días de vino y rosas del bautizo bursátil. Como consecuencia, el valor de sus acciones se ha desplomado un 94% desde su salida a bolsa.

Hace dos semanas, el Estado acudió en su ayuda aportando ocho millones a través de la Sociedad española para la transformación tecnológica (SETT), con cargo a fondos europeos, una inyección vital para la supervivencia de la compañía que ha seguido aplazando la llegada a la rentabilidad. El Estado es siempre un recurso apreciado cuando el libre mercado no funciona, aunque nunca se acuerdan de el cuando las cosas van bien.

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