Revelan que AMLO y Sansores denunciaron a Bermúdez desde los años 90

Corría el año 1995. Andrés Manuel López Obrador, entonces líder del Partido de la Revolución Democrática (PRD), libraba una batalla frontal contra el priismo tabasqueño. En medio de esa lucha, acusó al entonces director del penal de Villahermosa, Hernán Bermúdez Requena, de participar en una red de corrupción operada por el gobernador Roberto Madrazo.
Eran tiempos de denuncia, movilización y discursos encendidos. López Obrador acusaba públicamente a Bermúdez de operar adquisiciones infladas de equipo para la Quinta Grijalva, la residencia oficial del Ejecutivo estatal, sin licitaciones y con recursos desviados.
Tres años más tarde, en 1998, otra voz se sumó con fuerza: la de Layda Sansores, entonces senadora por el PRD. Ella denunció que Bermúdez estaba implicado en una red de espionaje ilegal, y lo vinculó directamente con una organización criminal que operaba bajo la protección de mandos policiales en Tabasco y Campeche.
Layda Sansores no se detuvo ahí. En diciembre de 1998, reveló públicamente la existencia de una banda delictiva incrustada en las policías judiciales, señalando a Carlos Méndez Hebert, Enoc Cruz García y al propio Hernán Bermúdez como miembros de la cúpula criminal.
Un año antes, un reo desde el penal de Villahermosa ya había advertido: una organización criminal operaba secuestros, tráfico de drogas, robo de vehículos y falsificación de dinero, todo bajo la protección del exgobernador Manuel Gurría Ordóñez. Bermúdez, según ese testimonio, incluso vendía celdas dentro de la cárcel.
Las denuncias quedaron archivadas, sin consecuencias visibles. Pero el tiempo no olvidó.
En 2019, el círculo se cerró. Hernán Bermúdez fue nombrado secretario de Seguridad Pública del estado de Tabasco por Adán Augusto López Hernández, entonces gobernador y figura central del movimiento obradorista.
Ninguna voz de advertencia, ni del propio AMLO ni de Layda Sansores. A pesar de su historial, Bermúdez no solo regresó al poder, sino que lo hizo como responsable de la seguridad estatal. Permaneció en el cargo hasta 2024.
Hoy, cinco años después, las acusaciones del pasado parecen quedarse cortas.
En julio de 2025, autoridades federales confirmaron lo que durante años se ignoró: Hernán Bermúdez Requena es el líder de una red criminal de alto impacto conocida como La Barredora. Acusado de secuestro, narcotráfico, tráfico de migrantes y robo de hidrocarburos, Bermúdez es hoy prófugo de la justicia, buscado por la Interpol y protegido por redes políticas.
Según el Centro de Fusión de Inteligencia del Sureste, Bermúdez —alias “El Comandante H” o “El Abuelo”— utilizó sus cargos en seguridad para proteger las operaciones delictivas. Mexicanos Contra la Corrupción y la Impunidad reveló además que su familia habría expandido operaciones ilícitas a través de casas de apuestas clandestinas en Paraguay, con su sobrino Gerardo Bermúdez como cabecilla.
La red operaba bajo la fachada de Montego Trading S.A., con sitios como crowncityplay.com.py, sin licencias y con millones en circulación. Incluso se detectó una mansión en Miami ligada a Humberto Bermúdez, hermano del exsecretario.
Como parte de la investigación, la UIF, la CNBV y la Procuraduría Fiscal bloquearon las cuentas bancarias de Hernán Bermúdez y de sus familiares. Los indicios de lavado de dinero, desvío de recursos y colusión política son contundentes.
El 25 de julio, Bermúdez promovió un juicio de amparo para evitar ser incomunicado o torturado en caso de captura. El Juzgado Octavo de Distrito en Villahermosa le concedió una suspensión de plano, aunque la orden de aprehensión sigue vigente.
A 30 años de las primeras denuncias, el caso de Hernán Bermúdez Requena no solo revela los peligros del olvido, sino también los costos del silencio político.
Las denuncias de AMLO y Layda Sansores contra Hernán Bermúdez en los años 90 no fueron simples actos de oposición: eran advertencias. Hoy, mientras el exfuncionario huye acusado de crímenes graves, el país enfrenta las consecuencias de ignorar un expediente que desde entonces hablaba por sí solo.
¿Fue complicidad, desmemoria o pragmatismo político? La historia lo juzgará. Pero la lección permanece: el poder sin memoria puede ser el mejor aliado del crimen.
La Verdad Yucatán