El megatsunami de 200 metros que hizo temblar toda la Tierra en 2023

El 16 de septiembre de 2023, los sismógrafos de todo el mundo detectaron una señal sísmica anómala. No se trataba de un terremoto, cuyos temblores duran unos segundos o, a lo más, unos minutos si se le suman las réplicas. La oscilación se repetía cada 90 segundos y se mantuvo durante nueve días. Enseguida determinaron el origen en un fiordo del este de Groenlandia. La marina danesa envió una misión tres días después a ver qué estaba pasando y descubrieron que se había producido un enorme tsunami provocado por el deslizamiento de una gran cantidad de rocas y hielo. Ahora, una investigación basada en datos satelitales y publicada en Nature Communications confirma que la ola se mantuvo bamboleándose todo ese tiempo hasta que se disipó.
“El evento fue anómalo por dos razones”, dice el investigador de la Universidad de Oxford (Reino Unido) y primer autor de este trabajo, Thomas Monahan. “En primer lugar, la ocurrencia del megatsunami en septiembre y el de octubre de 2023 [hubo un segundo evento el 11 de octubre], causados por un deslizamiento de tierra que impactó en el fiordo. ¡Alcanzó los 200 metros de altura!“, detalla en un correo. La segunda anomalía fue su duración. ”Lo que hizo a este evento particularmente extraño fue que esta ola del tsunami se estabilizó posteriormente en una onda estacionaria (también conocida como seiche) que se mantuvo en el fiordo durante más de una semana", añade. Lo de seiche viene de finales del siglo XIX, cuando un hidrólogo suizo observó cómo en los lagos alpinos se producían grandes oscilaciones, generalmente debido a fuertes vientos. “Nuestro estudio demostró que la onda estacionaria alcanzó la notable altura de 7,9 metros”, termina Monahan.
Para llegar a esta conclusión, los investigadores echaron mano de una herramienta que no existía hasta 2022. Fue aquel año cuando SpaceX lanzó al espacio la misión SWOT (acrónimo en inglés de Topografía Oceánica y Aguas Superficiales). Se trata de un esfuerzo conjunto de la NASA estadounidense, las agencias espaciales de Reino Unido y Canadá y el Centre National D’Etudes Spatiales de Francia. El satélite lleva a bordo un sistema de interferometría radar que mide con gran resolución la altura los cambios en la altura del agua en todo el planeta.

Utilizando datos de SWOT, los investigadores elaboraron mapas de elevación del fiordo Dickson, donde todo empezó, en diversos momentos antes y tras los dos tsunamis. Estos mostraron pendientes claras a través de todo el canal, con diferencias de altura de hasta dos metros. Las marcas en estos mapas se presentaban en direcciones opuestas, lo que indicaba que el agua se movía hacia adelante y hacia atrás a través del fiordo, como un seiche en los lagos alpinos. Para reforzar su conclusión, conectaron el tsunami en el fiordo con la observación de pequeños movimientos de la corteza terrestre medidos a miles de kilómetros de distancia. Esta conexión les permitió reconstruir las características de la ola, incluso en periodos no observados por el satélite. También reconstruyeron las condiciones meteorológicas y de marea para descartar que sus mediciones se debieran a otros eventos como el viento.
“El terremoto fue impulsado por una ola que se bamboleaba en un canal estrecho. Esta, a su vez, fue impulsada por un deslizamiento de tierra. El agua puede chapotear durante mucho tiempo, ya que no hay mucho que disipe su energía, de ahí la larga duración de la señal”, resume el profesor de la Universidad de Oxford y autor sénior del estudio, Thomas Adcock. Sobre el segundo evento, el del 11 de octubre, que se mantuvo durante una semana, aunque con la mitad de magnitud, Adcock desconoce si están relacionados, aunque piensa que también se debería a un deslizamiento de tierras.
Este trabajo viene a confirmar otro publicado en Science al año siguiente del evento. Aquel estudio, en el que intervinieron decenas de científicos, desde sismólogos hasta matemáticos, ya señaló el origen de todo: “Este tipo de tsunamis se generan por el desprendimiento de material, que puede ser una mezcla de hielos, la morrena del glaciar. Esto impacta en una cuenca generalmente estrecha, como puede ser un fiordo, una bahía angosta, que desaloja de forma súbita toda el agua”, dice el matemático de la Universidad de Málaga Manuel J. Castro, experto en el estudio de fluidos geofísicos y que participó en el modelado del evento en el estudio de Science. “La onda va barriendo el fiordo, y luego, cuando eso sale a mar abierto, se disipa. No se trata de un tsunami como el de 2004, que estamos hablando de una falla de 1.000 kilómetros, que genera una onda que afecta a todo el Índico. Aquí se trata de algo muy local, que genera un tsunami devastador, pero local”, añade.
Según las observaciones sobre el terreno de los militares daneses, no fue que el glaciar colapsara y una gran masa de hielo cayera al mar. La realidad fue otra y ahí entra el modelado del grupo de Castro. “Tenemos evidencias de que el glaciar se está retirando, lo que generó una zona inestable, que fue lo que generó esa avalancha”, dice el matemático español. Se calcula que unos 25 millones de metros cúbicos de roca y tierra acabaron en el agua. “Ahí tenías hielo que de alguna manera sujetaba ese material y que ahora se ha retirado, generando zonas que son muy inestables, zonas de laderas que antes no tenían ese problema de estabilidad y que como consecuencia de la retirada del hielo son candidatas a generar avalanchas”, completa Castro.
Sobre la causa última, el deshielo de los glaciares, los autores del estudio apuntan al cambio climático. “Es difícil predecir si un evento sísmico similar a este ocurrirá en el futuro debido a las circunstancias únicas que lo produjeron. Sin embargo, el Ártico está experimentando cambios rápidos como consecuencia del cambio climático y estamos presenciando la aparición de nuevos eventos extremos”, dice Monahan. “El deslizamiento de tierra que provocó el megatsunami se produjo por el colapso de un glaciar en calentamiento. No cabe duda de que se está produciendo un calentamiento similar en muchos otros glaciares del Ártico”, termina.
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