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Traición a la confianza: dos casos donde la atención médica se convirtió en un espacio de humillación para las mujeres

Traición a la confianza: dos casos donde la atención médica se convirtió en un espacio de humillación para las mujeres

Marzia Sardo , una estudiante de 23 años, acudió al Hospital Policlínico de Roma por una migraña severa. Según su relato, durante una tomografía computarizada, un radiólogo supuestamente le hizo un comentario sexista : después de que la joven le preguntara si debía quitarse el sujetador para la prueba, el técnico de radiología, dirigiéndose también a sus colegas presentes, dijo: "Si quieres quitártelo, alegra a todos". Sardo decidió denunciar el incidente en un video de TikTok , que se viralizó, provocando indignación y solidaridad: "Solo queremos sentirnos respetadas y seguras", dijo.

Unos días antes, otro incidente había desatado un debate sobre los mismos temas: un becario de partería en Catania publicó un vídeo en TikTok en el que, refiriéndose a su trabajo, se quejaba de verse «obligado a ver a tantas mujeres y no poder tener relaciones sexuales». El incidente se hizo viral, provocando peticiones de suspensión y acusaciones de sexismo.

Dos historias distintas, pero unidas por un hilo conductor: lugares que deberían proteger y cuidar se transforman en espacios de acoso, bromas denigrantes o abuso de poder. En ninguno de los casos se trataba de un médico, sino de dos miembros del personal sanitario.

Las lágrimas de Marzia, acosada por el equipo masculino:
La paradoja de los lugares de atención

Los hospitales, clínicas y consultorios médicos deben ser espacios seguros donde las personas puedan confiar en el personal sanitario, demostrando así su fragilidad y vulnerabilidad. Esta vulnerabilidad agrava aún más el abuso y el lenguaje sexista, ya que socavan la relación de confianza que debe establecerse entre el paciente y el profesional sanitario .

Esta relación entre el personal sanitario y quienes acuden a él ya está marcada por un fuerte desequilibrio de poder : por un lado, quienes buscan ayuda; por el otro, quienes poseen las habilidades, las herramientas y el lenguaje técnico. Si a esta asimetría se suma una visión patriarcal de las mujeres , el riesgo es que el momento de la atención se convierta en un lugar de humillación. Las palabras de la becaria de Catania y la broma dirigida a Marzia Sardo revelan una mentalidad aún arraigada, en la que las mujeres son vistas no como sujetos a proteger, sino como cuerpos sobre los que se puede hacer comentarios u objetivar .

No se trata de un problema individual, sino cultural y sistémico. Las facultades de medicina y las organizaciones sanitarias rara vez incluyen programas obligatorios de formación en ética, igualdad de género y lenguaje inclusivo . Sin embargo, es precisamente allí donde se forman los profesionales llamados a trabajar en los momentos más íntimos de la vida de las personas.

Esas formas cotidianas y sutiles de violencia que afectan a todas las mujeres
Un desafío cultural abierto

La indignación pública, amplificada por las redes sociales, ha visibilizado dinámicas que a menudo permanecen ocultas . Pero el verdadero desafío no puede limitarse a la indignación momentánea. Se necesitan protocolos claros, sanciones y formación ética y lingüística para el personal sanitario. Sobre todo, se necesita una transformación cultural : comprender que la atención no se trata solo de tecnología, sino también de respeto, escucha y responsabilidad.