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Viaje a la prisión de Cremona, todavía concebida para mafiosos y terroristas.

Viaje a la prisión de Cremona, todavía concebida para mafiosos y terroristas.

La prisión lombarda

En esos muros no hay nada de los avances logrados en el campo arquitectónico para humanizar la prisión.

Viaje a la prisión de Cremona, todavía concebida para mafiosos y terroristas.

El pasado 23 de mayo, frente a la Catedral de Santa María Assunta de Cremona, me encontraba en orden, al regresar de la visita a Nessuno tocchi Caino y la Cámara Penal de la Prisión del Distrito. Esa arquitectura me habló maravillosamente, a través de sus estratificaciones estilísticas, de la evolución histórica, cultural y artística de una sociedad en la ciudad, cada una testigo de los valores y principios de su época.

Incluso la prisión que visité recientemente me pareció un libro, cuyas páginas de hormigón cuentan su historia, arquitectónicamente anclada en el período de la emergencia terrorista y mafiosa en Italia, durante el cual fue construida. Debido a dicha emergencia, se diseñó para garantizar la máxima seguridad y aislamiento tanto dentro como fuera, como en el resto de prisiones actualmente en uso en Italia. Su ubicación, cerca del cruce de autopistas, a las afueras de la ciudad, la convierte en un lugar ajeno a la comunidad, poco conectado con la realidad socioeconómica del territorio. En su interior hay un taller de carpintería gestionado por los reclusos, pero que no recibe encargos externos. Desde sus altos muros, los edificios de celdas se vislumbran espectralmente, desde donde, en las plantas superiores, se vislumbra el Torrazzo, el único vínculo visual con el núcleo urbano.

La estructura se divide en un antiguo pabellón, construido en los años 80 e inaugurado en 1992, y una nueva estructura inaugurada en 2013. A pesar de los cambios estructurales mínimos debido a los nuevos requisitos reglamentarios y a la ampliación de 2013, nada en esos muros muestra el progreso que se había logrado mientras tanto en el campo de la arquitectura penitenciaria en otros países, con el objetivo de humanizar y dignificar la prisión. Una vez finalizado el período de emergencia, el requisito de seguridad siguió prevaleciendo en detrimento de la calidad ambiental y los fines de resocialización. La prisión de Cremona, como todas las demás, debido a la forma en que está construida, es un lugar de mortificación de las necesidades fisiológicas, psicológicas y relacionales de sus usuarios y de ociosidad forzada, en detrimento de una ejecución penal conforme a la Constitución y de condiciones laborales dignas para todos los trabajadores penitenciarios. A ello se suma la degradación generalizada de los ambientes de detención, fruto de un mal mantenimiento a lo largo del tiempo y del hacinamiento que, entre otras cosas, limita y penaliza las actividades de tratamiento, junto a la insuficiencia de agentes, una categoría en "crisis vocacional" desde hace años, y de educadores.

Las celdas, generalmente ruinosas, solo cuentan con baño con ducha y agua caliente en la parte más reciente; en muchas, el sistema de agua no funciona correctamente y las taquillas para guardar ropa y efectos personales son escasas y están deterioradas. La ropa lavada se tiende en la celda. La habitación de cada sección de detención, pomposamente llamada " sala social" , cuando la hay, no es más que una habitación vacía, mal iluminada y ventilada, y sin mobiliario funcional. Los patios de las celdas, utilizados por los presos un máximo de cuatro horas al día, son espacios estrechos e inhóspitos, sin vistas, ni despejadas ni vegetación. Muchas de las habitaciones, donde los presos se reúnen con sus familias en total falta de privacidad, no tienen ventanas en las paredes, sino solo una claraboya en el techo, protegida por gruesas rejas. En general, la detención y la vida laboral de los usuarios de estas instalaciones se desarrollan en interiores, en entornos laberínticos y con iluminación artificial, sin poder ver fácilmente el exterior, lo que perjudica gravemente la capacidad visual de todos.

A lo largo de la vida del complejo, las mínimas mejoras introducidas no han mejorado sustancialmente una condición material anacrónica y contradictoria, aunque inhumana y degradante. En Cremona, y no solo allí, los muros de la prisión siguen evocando una prisión aflictiva, ajena a una sentencia reformada que pronto celebrará su quincuagésimo aniversario. Además, no se vislumbra ninguna posibilidad concreta de cambio o mejora en el horizonte. Por el contrario, las últimas medidas arquitectónicas adoptadas para abordar el hacinamiento dibujan escenarios aún más críticos, basados ​​en la idea de una ejecución penal resuelta íntegramente dentro de los recintos penitenciarios existentes. Los edificios previstos por el nuevo plan penitenciario, consistentes en módulos prefabricados con patios de hormigón adosados, sin vegetación y con mobiliario atornillado al suelo, en prisiones ya en declive, no dejan muchas esperanzas. El 25 de julio se cumplirán cincuenta años del inicio de la Reforma del Sistema Penitenciario , que ha permanecido estancada, tanto en su implementación como en la modernización de los centros de detención.

*Arquitecto

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