Diario de un niño autista, Federico: qué pasa cuando mis sentidos están sobreestimulados

En el último artículo concluí diciendo que les hablaría sobre lo que sucede en mi mente cuando estoy bajo un ataque sensorial.
Esta condición puede generarse por un exceso de uno de los cinco sentidos, como cuando hay demasiados ruidos diferentes, en volúmenes altos para mí, algunos repentinos y por tanto inesperados y peor si son en tonos altos. Pero con mayor frecuencia, el ataque sensorial involucra varios sentidos diferentes: el oído, la vista e incluso el olfato.
Si el ataque sensorial es leve, hago un esfuerzo por mantener el control mental de la situación pero generalmente al cabo de un tiempo mi mente se derrumba y huye al refugio de algún estereotipo y luego al resto de lo ya conocido.
Diario de un niño autista: El archivoPero si el ataque sensorial es intenso, entonces exploto, pierdo el control de mí mismo y empiezo a gritar y a darme puñetazos en el pecho.
Así que yo sugeriría, si tenéis un hijo o un alumno autista, que siempre prestéis atención a la exposición sensorial que expresa el contexto en el que está, porque una intensidad que para vosotros es molesta pero aún así soportable, para la persona autista podría ser insoportable y no sólo hacerle sufrir sino anular su ya pobre capacidad de entender lo que está pasando.
Pero también hay ataques sensoriales maravillosos, sublimes, como la madrugada en la playa, con la suave luz de la mañana, el sonido rítmico de la orilla, la sensación del agua del mar en la piel.
Amo mi ser hipersensorial y encuentro que vuestra sociedad lo está sobrevalorando con estímulos inútiles y desagradables.
La Repubblica