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¿Andrés, Andresito y Andy?

¿Andrés, Andresito y Andy?

Héctor Zagal

Profesor de la Facultad de Filosofía de la Universidad Panamericana

¿No les pasa que a sus amigos, conocidos o familiares los trata uno con nombres especiales? Todos tenemos un amigo “Pollo”, una tía “Nena” (aunque tenga 80 años) y dos primos: “El Flaco” y “El Gordo”.

¿Qué son los apodos? Según la RAE, un apodo es “nombre que suele darse a una persona, tomado de sus defectos corporales o de alguna otra circunstancia”. Es decir, apodamos a las personas aludiendo a alguna característica física o de carácter. La verdadera pregunta es: ¿por qué apodamos?

“Apodar” viene del latín putare, que significa calcular, evaluar o juzgar. Cuando apodamos, siguiendo esta raíz, señalamos lo que juzgamos distintivo en alguien. Esta etiqueta puede ser ofensiva o cariñosa. No es lo mismo decirle a alguien “Bombón” que “Bruja”.

En la Antigua Roma era común recibir un apodo relacionado con alguna característica física o con el lugar de origen. Cicerón, por ejemplo, proviene del latín cicer, que significa “garbanzo”. Al parecer, un antepasado de Marco Tulio Cicerón tenía una verruga en la nariz que recordaba un garbanzo. Seguramente a ese antepasado no le hizo gracia el mote, pero Marco Tulio lo usaba con orgullo como cognomen, el nombre familiar. Y hoy, decirle a alguien que habla como Cicerón es un halago: se le atribuye la elocuencia del gran orador romano.

El emperador Cayo César Augusto Germánico también tenía un apodo: Calígula, que significa “botitas”. El sobrenombre se lo pusieron los soldados cuando era niño, pues vivía en campamentos militares junto con su padre y usaba caligae, el calzado típico de los legionarios. Al verlo así vestido, los soldados sonreían y lo apodaron con cariño. Otro caso: el gran filósofo Platón no se llamaba así. Su verdadero nombre era Aristocles, pero lo apodaron Platón porque se ejercitaba tanto que sus omóplatos parecían dos platos grandes.

Nomignolo es una palabra italiana que significa apodo, sobrenombre o mote, generalmente con tono familiar, cariñoso o irónico. Así, a Salvatore se le dice Toto, y a Giuseppe, Beppe. Nomignolo quiere decir, literalmente, “nombrecito”.

¿Y en español? El diminutivo, según la RAE, es aquello “que tiene cualidad de disminuir o reducir a menos algo”. En los objetos cotidianos, sirve para describir el tamaño: el carrito, la cabañita, la guitarrita. Pero también lo usamos con personas cercanas o conocidas. El diminutivo nos permite nombrar con cortesía o familiaridad. En ocasiones el diminutivo puede ser irónico. Si Rodolfo nos cae mal, se le puede decir Rodolfito, con tono de displicencia. Cuando hay confianza o prisa, a Santiago se le dice Santi. Pero los mexicanos somos maestros del diminutivo, que —por influencia del náhuatl— a menudo lleva un sentido de respeto. Así, por ejemplo, era común referirse al sacerdote como el padrecito, no en tono burlón, sino todo lo contrario.

¿Y a usted, cómo lo apodan? Yo, según me cuentan mis estudiantes, tengo ya una colección.

Héctor Zagal

Profesor de la Facultad de Filosofía en la Universidad Panamericana

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