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El estricto secreto del cónclave: ¿por qué el personal puede ser excomulgado?

El estricto secreto del cónclave: ¿por qué el personal puede ser excomulgado?

A tan solo días del inicio del cónclave que elegirá al sucesor del papa Francisco, el Vaticano ha reiterado una de sus normas más firmes: el secreto absoluto que debe guardar todo el personal involucrado en el proceso. Este lunes, cerca de 100 personas, entre ellas médicos, cocineros, conductores, limpiadores y otros trabajadores de apoyo, prestaron juramento de confidencialidad en la Capilla Paulina.

El juramento no es simbólico ni protocolario. Cualquier incumplimiento implica la pena de excomunión automática, una de las sanciones más severas del Derecho Canónico. Así lo establece el reglamento que rige los cónclaves, reforzado en los últimos años para asegurar la integridad del proceso de elección pontificia.

El portavoz de la Santa Sede, Matteo Bruni, explicó que este juramento se aplica a todos los trabajadores, incluidos los clérigos confesores en diversos idiomas. Todos ellos deben guardar silencio absoluto sobre cualquier aspecto relacionado directa o indirectamente con la elección del nuevo papa. Esta obligación no termina con el cónclave y solo puede ser levantada por el futuro pontífice.

Además, se prohíbe el uso de dispositivos electrónicos, como grabadoras de audio o video, durante todo el proceso. Esta disposición busca evitar cualquier tipo de filtración de información que pueda poner en peligro la seriedad y espiritualidad del evento.

El cónclave se llevará a cabo en la Capilla Sixtina, donde se espera la participación de 133 cardenales, de los cuales 108 fueron designados por el Papa Francisco. Durante los días que dure la elección, los cardenales permanecerán aislados del mundo exterior, residiendo dentro del Vaticano y moviéndose exclusivamente a pie o en un autobús interno.

Para garantizar este aislamiento, se instalarán inhibidores de señal alrededor de las zonas clave, bajo la vigilancia estricta de la gendarmería vaticana. Aunque inicialmente se había dicho que los cardenales solo dejarían sus teléfonos móviles en su residencia, luego se aclaró que estos serán retirados oficialmente al inicio del cónclave y devueltos al final del proceso.

El contenido del juramento y las medidas disciplinarias están reguladas por la normativa Universi Dominici Gregis, promulgada en 1996 por San Juan Pablo II. Este documento establece los procedimientos oficiales para la elección papal y prevé sanciones en caso de violación del secreto.

Años después, el Papa Benedicto XVI reforzó estas disposiciones mediante enmiendas que dejaron claro que cualquier persona que revele información del cónclave incurre en excomunión automática, una pena reservada exclusivamente a la Sede Apostólica.

La fórmula actual del juramento obliga a mantener una “secrecía absoluta y perpetua”. Al prestarlo, los participantes deben tocar los Santos Evangelios, en una ceremonia que simboliza el carácter sagrado del compromiso asumido.

En paralelo al inicio del cónclave, la Comisión Pontificia para la Protección de Menores —creada por el Papa Francisco— instó a los cardenales electores a priorizar el tema de los abusos sexuales dentro de la Iglesia. En un comunicado emitido el lunes, la comisión enfatizó que la credibilidad de la Iglesia depende de una auténtica rendición de cuentas, transparencia y justicia para las víctimas.

“El escándalo no debe silenciar la verdad”, dice el comunicado, subrayando que ninguna preocupación institucional debe impedir la responsabilidad de actuar frente a los abusos. El cardenal Sean O’Malley, presidente de la comisión, ha estado participando en las reuniones previas al cónclave, aunque no tiene derecho a voto al haber superado los 80 años, límite de edad establecido para sufragar.

El Vaticano no divulga plazos para la duración del cónclave. Este proceso carece de un tiempo definido y depende exclusivamente del consenso alcanzado entre los cardenales. Solo se conocerá el resultado cuando desde la chimenea de la Capilla Sixtina se eleve la esperada fumata blanca, señal inequívoca de que un nuevo Papa ha sido elegido.

Durante ese tiempo, tanto los cardenales como todo el personal de apoyo permanecerán recluidos, sin ningún tipo de contacto con el mundo exterior. Esta medida tiene como objetivo preservar la libertad espiritual, la reflexión profunda y el ambiente de discernimiento que debe imperar en la elección del nuevo líder de la Iglesia Católica.

El cónclave es mucho más que un evento eclesiástico: es un acto de profunda trascendencia espiritual y responsabilidad histórica. Para garantizar su pureza y legitimidad, el Vaticano impone medidas extremas como la excomunión automática a quienes rompan el secreto. Esta severidad refleja la importancia de proteger cada detalle del proceso, asegurando que la elección del nuevo Papa se realice en un entorno de oración, recogimiento y absoluta confidencialidad. A medida que el mundo espera la fumata blanca, dentro de los muros vaticanos reina el silencio, la vigilancia y la fe en un futuro guiado por un nuevo pontífice.

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La Verdad Yucatán

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