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José Cueli: Las guerras y el doble

José Cueli: Las guerras y el doble

José Cueli

F

reud nos dice respecto al doble:

“Nos hallamos así, ante todo, con el tema del doble –o del otro yo– en todas sus variaciones y desarrollos; es decir, con la aparición de personas que, a causa de su figura, igual deben ser consideradas idénticas, con el acrecentamiento de esta relación mediante la transmisión de los procesos anímicos de una persona a su doble –lo que nosotros llamaríamos telepatía–, de modo que uno participa en lo que el otro sabe, piensa y experimenta; con la identificación de una persona con otra, de suerte que pierde el dominio sobre su propio yo y coloca al yo ajeno en el lugar del propio, o sea, un desdoblamiento del yo, una participación del yo, una sustitución del yo; finalmente, con el constante retorno de lo semejante, con la repetición de los mismos rasgos faciales, caracteres, destinos, actos criminales, aun los mismos nombres en generaciones sucesivas”.

El doble no desaparece con el protonarcisismo primario, sino que adquiere nuevos contenidos en las fases ulteriores del yo, como puntualizaremos más adelante.

“El carácter siniestro sólo puede obedecer a que el –doble– es una formación perteneciente a las épocas síquicas primitivas y superadas, en las cuales sin duda tenía un sentido menos hostil.”

El doble se ha transformado en un espantajo, así como los dioses se tornan demonios una vez caídas sus religiones.

Déjà vu, escribe Freud: Lo siniestro no sería realmente nada nuevo, sino más bien algo que siempre fue familiar a la vida síquica y que sólo se tornó extraño mediante el proceso de su represión. Y este vínculo, según la cual lo siniestro sería algo que, debiendo haber quedado oculto, se ha manifestado. Lo siniestro sería aquella suerte de espanto que afecta las cosas conocidas y familiares.

Ambas definiciones de lo siniestro son investigadas con relación al fenómeno del doble, la angustia de castración, la compulsión a la repetición, la omnipotencia del pensamiento y el retorno de lo reprimido. Enfatizo estos puntos porque, habitualmente, aparecen en el análisis de pacientes con traumas sicológicos.

Para continuar con el escrito de la semana pasada, quizá la muerte se remita, en alguna forma, a ese doble juicio fundante freudiano en la simultaneidad de la atribución y la inexistencia, en un juego especular enloquecido entre la omnipotencia y el desamparo original, entre la alucinación y la realidad, en la búsqueda incesante de alcanzar aquello originario que se perdió, en ese velado juego de desplazamientos de ese objeto primigenio hacia los subrogados en la realidad exterior, aciago y trágico devenir de la existencia en la que transitamos como seres marcados por la contradicción en un escenario de doble fondo, siempre a cuestas con lo fantasmal deslizándolos por los márgenes, en la inquietud de ser y no ser.

Finalmente, la única certeza pareciera ser que la muerte nos ronda y se esconde donde no tiene dónde y la llamamos: las guerras que estamos viviendo.

jornada

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