Los Paneles de Hiroshima, de Iri y Toshi Maruki, a 80 años del bombazo

Los Paneles de Hiroshima, de Iri y Toshi Maruki, a 80 años del bombazo
En 1950 comenzaron la primera gran obra pública dedicada a los ataques atómicos // Les llevó más de 30 años completarla
Alejandra Ortiz Castañares
Especial para La Jornada
Periódico La JornadaMartes 5 de agosto de 2025, p. 2
Florencia. Little Boy, la primera bomba atómica arrojada sobre una población civil, arrasó Hiroshima el 6 de agosto de 1945. Tres días después, Fat Man destruyó Nagasaki. Ambas explosiones causaron la muerte inmediata de aproximadamente 240 mil personas –38 mil de ellas, niños–, según datos de la Campaña Internacional para Abolir las Armas Nucleares, dejando secuelas físicas y síquicas en los sobrevivientes durante décadas. Hiroshima, la primera ciudad alcanzada, quedó inscrita como una de las grandes heridas morales del siglo XX.
La bomba atómica no sólo devastó personas y ciudades: dejó una huella indeleble en la conciencia de artistas, cineastas y escritores de todo el mundo. Entre ellos, Salvador Dalí creó la serie Mística nuclear, en la que incorporó referencias a estructuras atómicas y objetos flotantes que evocan la desintegración de la materia, como en Madonna de Port Lligat (1950), hoy conservada en Japón. Andy Warhol abordó la catástrofe en su serie Atomic Bomb (1965), mientras Gerhard Richter reinterpretó imágenes de explosiones y radiación en obras como Bombers (1963), en un contexto en el que la amenaza nuclear era permanente durante la guerra fría.
En Japón, sin embargo, fueron dos artistas –una pareja casada– quienes vieron en persona las consecuencias de aquella destrucción y las plasmaron en enormes pinturas divididas en paneles, a modo de los biombos tradicionales. Transformaron el dolor en un compromiso de vida contra la violencia mediante su obra artística y su acción, lo que en 1995 les valdría la candidatura al Premio Nobel de la Paz.
Iri Maruki (1901-1995), originario de Hiroshima, y Toshi Maruki (1912-2000), de Chippubetsu, Hokkaido, en el norte de Japón, comenzaron en 1950 una serie que les tomó más de 30 años completar: los Paneles de Hiroshima. Se conservan 14 de éstos en la Galería Maruki (Saitama), en el norte de Tokio, donde los artistas los pusieron a disposición del público de forma permanente desde 1967. El último de ellos, Nagasaki (1982), se resguarda en el Museo de la Bomba Atómica de esa ciudad, y copias de la serie completa se pueden encontrar en el Museo de Arte Contemporáneo de Hiroshima.
La serie comenzó como una trilogía –Fantasmas, Fuego y Agua– creada en 1950. Posteriormente, los artistas agregaron nuevos paneles, la mayoría de esa década, incluyendo Niños y niñas (1951), ampliando el proyecto a 15. Los niños fueron víctimas especialmente vulnerables: movilizados para construir cortafuegos, clases enteras fueron aniquiladas y muchos murieron sedientos junto al río sin poder alcanzar el agua, según se describe en el sitio del museo (marukigallery.jp/en/hiroshimapanels).
Con la intención de llevar la obra a Estados Unidos, hicieron copias del primer tríptico por temor a que fueran estropeados o perdidos. Sin embargo, la muestra fue rechazada en ese país, lo que subrayó la incomodidad que generaba ese evento como su potente mensaje antibélico.
Las primeras seis obras fueron realizadas en plena ocupación aliada y bajo un régimen de censura y purga roja
. Al estar organizadas por el Partido Comunista, las primeras muestras recibieron una respuesta fría: la prensa fue cautelosa ante el clima político y el trauma colectivo seguía demasiado fresco. No obstante, pronto despertaron emociones intensas allí donde se exhibían, recorriendo Japón como si fueran reliquias sagradas y provocando reacciones profundas en el público.
Estas pinturas monumentales constituyen la primera gran obra pública dedicada al tema, creadas con un propósito social y político explícito: denunciar las armas atómicas y la violencia bélica. Para Toshi era fundamental enfrentarse a ese dolor, pues sólo elaborándolo sería posible crear un Japón luminoso y alegre
.
Cada tela, que mide 180 por 720 centímetros, es una fusión de contrastes: la técnica tradicional japonesa de la tinta sumi de Iri con la gestualidad del estilo occidental (yoga) de Toshi. Esencialidad compositiva con maestría de trazo, ternura y crueldad.
Los cuerpos desnudos y vulnerables de una población inerme no son ilustración: son carne que vibra, que huele a humo y a dolor. Los paneles sudan. Gritan. El ser humano aparece reducido a despojo, sin refugio ni dignidad. Todo el peso de la irracionalidad atómica queda suspendido en un silencio que duele.
Las copias realizadas con la intención de enviarlas a Estados Unidos, aunque técnicamente similares, no alcanzaron la misma fuerza expresiva, según pensó Toshi, quien admitió que le avergonzaba mostrarlas, pues carecían de la energía de los originales. Aun así, durante años fueron estas versiones las que circularon por Japón, ante la creciente demanda de exposiciones.
Los Paneles de Hiroshima fueron considerados simples documentos gráficos por la función social que representaron, sin el estatus de obras de arte. Esta desvalorización persistió hasta 2002, cuando Setsuko Kozawa publicó un estudio que los analizó con criterios formales, destacando su potencia expresiva, compositiva y simbólica.
Japón exorciza el trauma con expresiones culturales

▲ Godzilla: El Arte, exposición que conmemora el 70 aniversario del nacimiento de la criatura ficticia en la Galería del Centro de Artes Mori de Tokio.Foto Afp

▲ Visitantes frente al cenotafio en memoria de las víctimas, ayer en el Parque de la Paz, en Hiroshima.Foto Afp
Afp
Periódico La JornadaMartes 5 de agosto de 2025, p. 3
Tokio. Las bombas nucleares sobre Hiroshima y Nagasaki han influido profundamente y durante décadas en la cultura japonesa, inspirando desde el aliento atómico de Godzilla hasta historias en los mangas.
El título en japonés del manga Astro Boy es Átomo poderoso, mientras otros animes famosos como Akira, Neon Genesis Evangelion y Ataque de los Titanes muestran explosiones a gran escala.
Atravesar un sufrimiento extremo
y exorcizar un trauma es un tema recurrente en la producción cultural japonesa, y esto fascinó al público mundial
, comenta William Tsutsui, profesor de historia en la Universidad de Ottawa.
Las bombas estadunidenses lanzadas en agosto de 1945 causaron alrededor de 140 mil muertos en Hiroshima y 74 mil en Nagasaki.
Desde el final de la Segunda Guerra Mundial, las historias de destrucción y mutaciones se han asociado con el temor a las frecuentes catástrofes naturales y, después de 2011, al accidente de Fukushima.
Si bien algunos poemas describen el terror puro causado por la bomba atómica en el momento en que fue lanzada
, muchas obras abordan el tema de forma indirecta, confirma la escritora Yoko Tawada.
En su libro El emisario, publicado en Japón en 2014, Tawada se centra en las secuelas de una gran catástrofe, inspirándose en las similitudes entre las bombas atómicas, Fukushima y la enfermedad de Minamata
, un envenenamiento por mercurio debido a la contaminación industrial en el suroeste de Japón desde los años 50.
No se trata tanto de una advertencia como de un mensaje para decir: las cosas pueden empeorar, pero encontraremos la manera de sobrevivir
, explica Tawada.
Dar rostro a miedos abstractos
Godzilla es sin duda la creación más famosa que refleja la compleja relación entre Japón y la energía nuclear: una criatura prehistórica despertada por ensayos atómicos estadunidenses en el Pacífico.
Necesitamos monstruos para dar forma y rostro a miedos abstractos
, afirma Tsutsui, autor del libro Godzilla en mi mente.
En los años 50, Godzilla cumplió ese papel para los japoneses, con la energía atómica, con las radiaciones, con los recuerdos de las bombas atómicas.
Muchos salieron llorando del cine después de ver a Godzilla arrasar Tokio en la película original de 1954.

▲ Imagen de 1945 que muestra la ciudad de Hiroshima devastada después de que un avión B-29 de la Fuerza Aérea estadunidense lanzara la primera bomba atómica el 6 de agosto.Foto Afp
El tema nuclear está presente en las casi 40 películas sobre Godzilla, pero a menudo no se destaca en las tramas.
Al publico estadunidense no le interesaban mucho las películas japonesas que reflejaban el dolor y el sufrimiento de la guerra y que, en cierto modo, hacían referencia negativa a Estados Unidos y a su uso de las bombas atómicas
, según Tsutsui.
Pese a todo, la franquicia sigue siendo muy popular, y Godzilla Resurge tuvo un gran éxito en 2016. La película se percibió como una crítica a la gestión de Fukushima.
Lluvia negra
Lluvia negra, novela de Masuji Ibuse de 1965 sobre la enfermedad y la discriminación causadas por la radiación, es uno de los relatos más conocidos sobre el bombardeo de Hiroshima.
Ibuse no era un superviviente, lo que alimenta un gran debate sobre quién tiene legitimidad para escribir este tipo de historias
, explica Victoria Young, de la Universidad de Cambridge.
Kenzaburo Oe, escritor y premio Nobel de Literatura en 1994, recopiló testimonios de supervivientes en Cuadernos de Hiroshima, una colección de ensayos escritos en los años 60.
Oe optó deliberadamente por el género documental, señala Yoko Tawada. Se enfrenta a la realidad, pero intenta abordarla desde un ángulo personal
, incluyendo su relación con su hijo discapacitado, añade.
Tawada vivió en Alemania durante 40 años, después de crecer en Japón.
La educación antimilitarista que recibí hacía pensar a veces que sólo Japón fue una víctima
durante la Segunda Guerra Mundial, cuenta.
Respecto a los bombardeos, Japón fue una víctima, sin duda
, pero es importante tener una visión global
y considerar las atrocidades que también cometió.
De niña, las ilustraciones de los bombardeos atómicos en los libros le recordaban a las descripciones del infierno en el arte clásico japonés.
Me llevó a preguntarme si la civilización humana no era en sí misma una fuente de peligros
, subraya. Desde esta perspectiva, las armas atómicas no serían tanto un avance tecnológico como algo que acecha en el seno de la humanidad
.
jornada