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Catalunya en China

Catalunya en China

“Cuando fui a China, lo hice para que los catalanes invirtieran allí”. Jordi Pujol visitó Pequín en abril de 1989. Casi cuarenta años después hoy concluye el viaje del president Salvador Illa al gigante asiático con la misma intención, pero, sobre todo, con una más: que los chinos inviertan aquí. Las cuatro décadas entre un viaje y otro explican la evolución de la diplomacia catalana entre ambos países, y evidencian algunas constantes.

Por recomendación del gobierno de Felipe González, Pujol limitó a la capital y acortó su estancia prevista cuando China convulsionaba por las reformas económicas de Den Xiaoping. El timonel catalán se llevó a una amplia delegación de empresarios y artistas, como Montserrat Caballé. En Pequín resultaba incomprensible la diferenciación entre Catalunya y España, ni sabían del catalán, ni de la existencia de Gaudí, ni que el Barça era más que un club. En los últimos coletazos de la Guerra Fría, Pujol comprobó los deseos aperturistas políticos de una población reprimida en la antesala de los sucesos de Tiananmén, un mes después.

Lo que importa es el mercado. Y, más que hace cuarenta años, flotar

En verano del 2000, el timonel visitó Shanghai, un puerto clave, espejo para el de Barcelona. Con el eco de Tiananmén y del aperturismo político de Gorbachov en la exUnión Soviética, la Unión Europea pedía a los representantes políticos que en sus contactos con mandatarios chinos exigieran respeto por los derechos humanos. Pujol era reacio, pero en la escuela de negocios local espetó, “cuanta más libertad de mercado, más democracia”. El alcalde, guante de seda, respondió que su régimen limitaba los mandatos de sus cargos para evitar corruptelas. Pujol llevaba veinte años al frente de la Generalitat.

El presidente de la Generalitat, Pasqual Maragall entregó un diccionario catalán-chino al alcalde de Shanghai durante su visita a China. A su lado, el entonces jefe de la oposición, Artur Mas

Jordi Bedmar / Colaboradores

Cuatro años después, Pasqual Maragall aterrizó en China como president acompañado de Artur Mas, jefe de la oposición. El viaje se planteó también con el eje de la doble exportación —cultura y economía— en un contexto de proyección global de Catalunya. Era el año del Fórum universal de las Culturas. Maragall, exalcalde olímpico, visitó Pequín, que preparaba los Juegos de 2008, y Shanghai. El puerto, siempre el puerto.

Tras el aperturismo pionero de Pujol y la proyección cultural y económica estructural de Maragall, Illa ensaya ahora una institucionalización diplomática que convierta China en un salvavidas. Un socio estratégico que aporte certidumbre cuando los parámetros comprensibles de la Guerra Fría y la alegría expectante del nuevo siglo han desaparecido.

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En 1989, para los interlocutores chinos las manifestaciones estudiantiles eran “problemas de tráfico”. Pujol les ofreció una paella con arroz del Delta y silbó, “no sería elegante venir a la China para hablar de China”. Cuarenta años después, tampoco. La UE es menos creíble exigiendo respeto a los derechos humanos. Hoy los chinos siguen sin democracia, pero ya saben quién es Gaudí y el Barça. Illa les ha ofrecido calçots liofilizados. También ha visitado el puerto de Shanghai. Lo que importa es el mercado. Y, más que hace cuarenta años, flotar.

lavanguardia

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