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Los tres apagones de Sánchez

Los tres apagones de Sánchez

Un reciente estudio de la Fundación BBVA titulado La confianza en España 2025 deja en evidencia a las instituciones políticas, que suspenden en todas sus versiones. Los partidos no pasan del 2,5 (en una puntuación de 0 a 10), el Gobierno de España se queda en el 3,5; el parlamento, el 3,8; y los gobiernos autonómicos, en el 4. Si miramos el último CIS, el 70% tiene poca confianza o ninguna en el presidente Pedro Sánchez. Peor lo tiene Alberto Núñez Feijóo: para el 81% no es de confianza.

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez

JUAN CARLOS HIDALGO / EFE

Existe una estrecha relación entre la confianza y la participación política. Los pilares que fijan los expertos en marketing político para afianzar esa relación son la autenticidad, la transparencia y una comunicación efectiva. No hace falta invertir horas y horas en convencer al electorado, sino actuar como un libro abierto.

Hasta hace un año, el manual de Sánchez se basaba en ofrecer certezas, una imagen de confianza y seguridad. El presidente ha hecho virar el discurso por sus necesidades políticas, aunque por el camino se vaya dejando pedazos cada vez mayores de credibilidad. Hasta que los apagones se suceden.

El caso Begoña Gómez ha cumplido un año con un amago de renuncia de Sánchez, cinco imputados y pocas evidencias judiciales; pero las visitas del juez Juan Carlos Peinado a la Moncloa alimentan un relato que el presidente no controla. El lunes nos quedamos a oscuras pendientes de la decisión de un juez sobre un careo entre miembros del equipo de la Moncloa y el auto de una jueza de Badajoz que envía a David Sánchez, hermano del presidente, a juicio por tráfico de influencias y prevaricación. La máquina del fango existe y, por muy identificada que se tenga su línea de producción, no se puede evitar que salpique en la oscuridad. Un apagón que alimenta el descrédito.

Ni certezas, ni confianza; la falta de respuestas del presidente abona teorías y especulaciones

Ni certezas, ni seguridad, ni confianza, sino todo lo contrario, es lo que ha emitido el segundo apagón, el que sufrimos todos. Sánchez no tiene respuestas a todas las preguntas que genera el fallo masivo en el suministro eléctrico, tardará en tenerlas, los datos a analizar son ingentes, así que se encuentra ante la imposibilidad de recurrir a supuestas explicaciones de los expertos –el efecto Simón fue mágico durante la pandemia– y deja el terreno abonado para las especulaciones.

Las intervenciones de Sánchez llegaron tras muchas horas de desespero y su terminología, en busca de empatía, no casa con la precisión del sistema eléctrico. Entender la factura de la luz requiere de grandes dosis de paciencia y conocimientos; entender un apagón masivo está al alcance de muy pocos. Situar el caos en cinco misteriosos segundos genera titulares, pero es un mundo. El panel de control de las eléctricas mide el tiempo y las oscilaciones en milésimas de segundo. Tres decimales.

La dureza de las palabras del presidente dirigidas a Red Eléctrica y los operadores de distribución, el desembarco del CNI en sus centros, y la insistencia en “no descartar hipótesis”, alimenta la industria de la desinformación que Sánchez quiere combatir. Y sin respuestas, afloran los intereses de las eléctricas, la burbuja de las renovables, el choque ideológico por las nucleares y el partidismo de corto alcance.

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Con chaqueta militar y un buey pastando detrás, Isabel Díaz Ayuso se apresuró –se adelantó a Alberto Núñez Feijóo– a ceder la gestión del caos al gobierno de Sánchez. La presidenta de Madrid ha pasado de presumir de gestión durante la pandemia a sugerir el despliegue del ejército para “mantener el orden”. Acusó al Gobierno de “aniquilar” la economía de Madrid y su libertad, y el lunes dejó al ministro del Interior decidir si se abrían los colegios de la Moraleja. Aunque para oscuridad, la de Carlos Mazón. No pidió la declaración de emergencia con los 228 muertos de la dana, pero sí cedió la autonomía al fallar la luz frente a la cúpula del PPE.

El miércoles Sánchez afronta otro apagón en el Congreso que ahonda en la debilidad de su Gobierno. El presidente comparece para explicar el plan de gasto en Defensa, a lo que sumará la crisis eléctrica. Si no contaba con apoyos para sustentar lo primero ni entre sus socios, el PP sumará las críticas por el fallo energético para intentar que siga un poco más a oscuras.

lavanguardia

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