La noche que descubrí que me encantaba ver a desconocidos correrse

Al llegar al local, me invitaron a visitar el glory hole (agujeros circulares en la pared) con habitaciones muy discretas. Escondido, con poca luz, el espacio está separado del resto del club por cortinas negras, lo que proporciona privacidad a quienes desean usar sus instalaciones. Sin embargo, por supuesto, cualquiera que accediera a participar sabía que habría público siguiendo el espectáculo. Y por eso estaba allí.
Observé a la pareja Roger* y Bianca*, acompañados de Lara*, una chica misteriosa que apareció para animar su relación. Roger entró en una pequeña habitación, mientras que Bianca entró en otra acompañada de Lara. Con la polla erecta, observó a través del agujero en la pared cómo se besaban en la pequeña habitación frente a él. Sin dudarlo, metió la polla en el agujero, y Lara la chupó con deseo.

Me apoyé en la pared de la pequeña habitación y, a través de los agujeros, también observé lo que ocurría. Sentí que hacía algo prohibido, espiando por la cerradura y viendo algo que no debía. Los tres sabían que los observaban y les gustó. Escondido tras la pared, mantuve mi anonimato, pero no por ello estaba menos emocionado.
Excitado, Roger metió los brazos por los agujeros y tiró con fuerza del pelo de Lara. Bianca aprobó toda la travesura y empezó a masturbarse mientras veía a su marido disfrutar con otra mujer. Se lamió los dedos de la mano izquierda mientras se metía los de la derecha en el coño.
Tras disfrutar de la escena, Bianca se dejó llevar por la excitación y se tumbó en el suelo, debajo de Lara, chupándole el coño mientras Lara aún tenía la polla de Roger en la boca. Aprovechando el momento de excitación, Lara apretó la polla aún más fuerte en su boca y gimió de placer, mientras el hombre se contenía para no correrse.
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