Cómo Putin fracasó espectacularmente y quedó humillado por Ucrania
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Cuando hace tres años Vladimir Putin lanzó su llamada “operación militar especial” contra Ucrania , imaginó un golpe rápido y simple: un ataque relámpago de tres días en el que sus tropas entrarían triunfantes en Kiev, decapitarían a los dirigentes ucranianos e instalarían un gobierno títere dócil bajo el yugo de Moscú. En su imaginación, había poco margen para la resistencia, ninguna expectativa de una lucha prolongada y, ciertamente, ninguna anticipación del feroz espíritu ucraniano que pronto surgiría.
Desde el principio, la estrategia de Putin se basó en grandes suposiciones. Supuso que el gobierno y el ejército de Ucrania se derrumbarían como un castillo de naipes bajo la presión del poderío ruso. Su plan dependía de una dominación rápida (captura o incluso eliminación del presidente Zelenski y sus principales asesores) seguida de una toma del poder sin fisuras que, en teoría, dejaría poco margen para que el pueblo ucraniano se uniera. Pero nada podría haberlo preparado para la voluntad indomable de una nación que se negaba a ceder.
La dura realidad golpeó a Rusia con fuerza y rapidez. En lugar de una victoria fácil, Moscú se vio envuelta en un conflicto que evolucionó hacia una guerra brutal y demoledora que recordaba la guerra de trincheras de la Primera Guerra Mundial. La fase inicial de la operación, que se pretendía que fuera una breve incursión, rápidamente degeneró en un extenso atolladero militar. El esperado “éxito relámpago” se convirtió en una serie de errores de cálculo y desaciertos estratégicos, que revelaron importantes fallos de inteligencia y una flagrante subestimación de la capacidad de resistencia de Ucrania .
En cada paso, las fuerzas rusas encontraron un nivel de resistencia que desafiaba las expectativas. Los soldados ucranianos, reforzados por una población galvanizada por el patriotismo y un profundo deseo de independencia, hicieron retroceder a los invasores una y otra vez. Lo que se había previsto como una operación rápida y con pocas bajas se convirtió en un sangriento punto muerto, en el que cada centímetro de territorio tuvo que ser disputado ferozmente y cada pequeña ventaja se ganó con mucho esfuerzo y a un costo enorme.
En el centro de la inesperada resistencia de Ucrania estuvo la figura del presidente Volodymyr Zelensky , un hombre cuyo camino desde comediante y personalidad televisiva hasta líder en tiempos de guerra capturó la imaginación de toda una nación. Descartado inicialmente como un candidato improbable para la presidencia, Zelensky demostró rápidamente que su origen poco ortodoxo no era un impedimento para ejercer un liderazgo decisivo en tiempos de crisis. Su capacidad para comunicar un mensaje de desafío, esperanza y unidad ha sido una fuerza impulsora en la movilización del pueblo ucraniano contra adversidades abrumadoras.
El liderazgo de Zelensky ha llegado a encarnar el espíritu de Ucrania : ingenioso, inquebrantable y decidido. Sus audaces discursos públicos y su incansable búsqueda de apoyo internacional lo han transformado en un símbolo de resistencia, demostrando que a veces hace falta un verdadero inconformista para enfrentarse a un régimen autoritario arraigado. Sus acciones no sólo han movilizado a la población civil y militar ucraniana, sino que también han obtenido un respaldo significativo de las naciones occidentales, que ven la lucha de Ucrania como un símbolo de una lucha más amplia por los valores democráticos y la soberanía nacional.
Mientras el conflicto se agudiza, ha surgido una nueva crisis en el escenario internacional. En una maniobra que muchos consideran un giro oportunista, la actual administración estadounidense –que en el pasado fue una firme defensora de Ucrania– ha comenzado a introducir un elemento transaccional en su política. Los informes indican que los funcionarios estadounidenses están insinuando un acuerdo de quid pro quo, ofreciendo ayuda militar a cambio de condiciones favorables para los vastos recursos minerales de Ucrania . Esta estrategia, cargada de un tufillo a coerción, amenaza con socavar la solidaridad que ha sido una piedra angular de la resistencia de Ucrania .
Zelensky, siempre un líder pragmático, hasta ahora ha resistido esta presión abierta. Su gobierno sigue firme en que no se puede comprometer la seguridad y la soberanía de Ucrania en el altar de las ganancias materiales a corto plazo. La postura inconsistente de la administración estadounidense, que oscila entre un apoyo firme y un pragmatismo cauteloso, no ha hecho más que añadir complejidad a la situación de Ucrania , obligando a sus líderes a navegar no sólo en el campo de batalla, sino también en las traicioneras aguas de la diplomacia internacional.
Mientras tanto, en el frente, la guerra ha llegado a un punto muerto. Las fuerzas rusas, a pesar de haber capturado fragmentos de territorio durante la oleada inicial, han sido repelidas lenta pero firmemente por los defensores ucranianos. El conflicto ha evolucionado hasta convertirse en una batalla de posiciones agotadora, en la que cada bando se atrinchera, cada trinchera se convierte en un símbolo de resistencia y cada centímetro de terreno es disputado ferozmente. Este enfrentamiento prolongado ha puesto de manifiesto las limitaciones del poderío militar de Moscú y ha obligado a reevaluar estrategias que antes se consideraban infalibles.
Hoy, mientras la guerra se prolonga sin un claro vencedor a la vista, hay algo que es indiscutible: el plan original de Putin tenía fallas fatales. La audacia de sus suposiciones iniciales se ha topado con la determinación inquebrantable de una nación que no está dispuesta a renunciar a su libertad. El pueblo ucraniano ha demostrado que la resiliencia, la perspicacia estratégica y el liderazgo de un héroe improbable pueden cambiar el rumbo incluso contra los adversarios más formidables.
En esta lucha de alto riesgo, Occidente se enfrenta a una decisión crucial. Cada vez hay más voces que sostienen que ha llegado el momento de una confrontación más decisiva con la Rusia de Putin. Sólo manteniéndose firme y jugando duro puede la comunidad internacional tener la esperanza de frenar una mayor agresión rusa. Además, muchos expertos sostienen que la seguridad a largo plazo de Ucrania depende de su integración a la OTAN, una medida que no sólo consolidaría su independencia sino que también serviría como una clara señal a Moscú de que sus ambiciones no serán toleradas.
El mundo observa con gran expectación el desarrollo del conflicto. Hay mucho en juego y el resultado sigue siendo incierto. Sin embargo, una verdad ha quedado muy clara: lo que comenzó como una operación militar rápida y sencilla se ha transformado en una batalla larga y agotadora que está poniendo a prueba los límites de la resistencia humana y la determinación política. La guerra en Ucrania no es sólo un choque de ejércitos: es una lucha por el alma de una nación y un testimonio del poder perdurable del espíritu humano.
Daily Express