El derecho a reparar: la tendencia para combatir la obsolescencia de la tecnología

Nacido tanto del espíritu DIY (do it yourself, hazlo tú mismo) como de la conciencia ambiental y la búsqueda por reducir el consumo, el movimiento por el derecho a reparar (right to repair) crece en todo el mundo. ¿El objetivo? Que todos podamos reparar si así lo quisiéramos.
En un momento en el que el consumo en exceso manda y se acostumbra a usar y descartar, poco se sabe sobre reutilizar o reparar, entendiendo que esto también implica no solo comprar menos, sino también alargar la vida útil de los objetos y dispositivos que se utilizan diariamente. El derecho a reparar propone un cambio de mentalidad casi revolucionario.

Integrantes del Club de Reparadores alargan la vida útil de objetos en jornadas abiertas. Foto:Pexels: Bult843
)¿Cuáles son las consecuencias del recambio tecnológico constante? Como renovar el celular cada dos años, y otros tanto el portátil. O comprar otra lavadora o nevera porque fueron fabricados en una época donde la obsolescencia programada todavía no dominaba como ahora.
Carolina Martínez Elebi, periodista y editora de DHyTecno, responde: “La idea de que alguien se comprara algo y que le durara quizás ‘toda la vida’ se fue dejando de lado cuando terminó la Guerra Fría. En los 90 se expandió el modelo de un capitalismo neoliberal con una oferta de productos masiva y diversa que cada vez duraba menos”.
Aún permanece el recuerdo de una época en la que quienes viajaban a Estados Unidos volvían con la misma anécdota: los asombraba ver en las aceras desde televisores hasta sillones que solo necesitaban un cambio de tapizado. Así se fue expandiendo la idea de descartar lo que no es nuevo o que se rompió, sin intentar repararlo. La publicidad y los medios también hicieron lo suyo, impulsando la compra de productos que, quizás, no eran necesarios.
Pero entonces, ¿qué alternativas fueron surgiendo en las últimas décadas?
Un movimiento global“El derecho a reparar es un movimiento global que promueve la posibilidad de reparar productos en lugar de desecharlos, buscando combatir la obsolescencia programada (esta estrategia de las empresas para que sus productos dejen de funcionar antes de tiempo y así vender nuevos productos), y fomentar una economía circular. Este movimiento fue ganando fuerza en diversas partes del mundo en los últimos años, incluyendo nuestra región y, particularmente, en Argentina”, explica Elebi.
En ese país, la legislación vigente establece que los fabricantes, importadores y vendedores de productos no consumibles deben asegurar un servicio técnico adecuado y el suministro de partes y repuestos.
Sin embargo, esta obligación se entiende como exigible dentro del período de garantía de seis meses. En cuanto a la regulación, en 2018 se presentó un proyecto de ley, pero no logró avanzar. El texto del proyecto concluía que “el objetivo de la obsolescencia es exclusivamente el lucro económico, no teniéndose en cuenta las necesidades de los consumidores ni las repercusiones medioambientales en la producción y mucho menos las consecuencias que se generan desde el punto de vista de acumulación de residuos”. Además, se presentaron ideas como la de promover “la oferta de productos de alta calidad con una vida útil más larga a precios asequibles”.
“Actualmente, en un nuevo intento, hay un proyecto de ley en la Comisión Permanente de Defensa del Consumidor, del Usuario y de la Competencia, y en la Comisión de Recursos Naturales y Conservación del Ambiente Humano, para ‘garantizar a los consumidores y proveedores de reparaciones’ el derecho a reparar los bienes muebles no consumibles adquiridos”, sigue Elebi.

Equipos antiguos son reacondicionados y reutilizados gracias al trabajo de Cibercirujas. Foto:Pexels: David Underland
El fenómeno no es solo argentino: recientemente, Canadá aprobó dos proyectos para modificar sus leyes de derechos de autor con el objetivo de hacer que los dispositivos sean más interoperables y fáciles de reparar y mantener. Por su lado, la Unión Europea es responsable de varias sentencias que obligan a las empresas a fabricar dispositivos más reparables e impulsará una legislación sobre requisitos de diseño y reparación de productos que se extenderá a los dispositivos vendidos en otros lugares.
Nathan Proctor, director de la campaña por el derecho a reparar del grupo sin fines de lucro Public Interest Research Group (PIRG), dice que la mejor estrategia es una variada que incorpore a aliados de reparación de todas partes.
En Estados Unidos, aunque todavía no se ha logrado ninguna ley en el Congreso, el movimiento también goza de buena salud, ya que como publicó recientemente la revista tecnológica Wired, los ciudadanos quieren poder cambiarles la batería a sus celulares (sin tener que botarlos porque esto no es posible), así como también poder arreglar sus tractores o hasta las máquinas de helados de una cadena tan popular como McDonald’s.
La Oficina de Derechos de Autor estadounidense tuvo que fallar a favor de una petición presentada por iFixit (el sitio con guías de reparación y desmontajes gratuitos online) y la organización sin fines de lucro Public Knowledge, que pedían que los restaurantes pudieran eludir los bloqueos digitales de fábrica en las máquinas para poder repararlas más fácilmente.
La posibilidad de reparar, reciclar y reutilizar no solo tiene ventajas para el medioambiente, sino también para el bolsillo. “Si Trump realmente cumple sus promesas e impone aranceles del 30 por ciento a los nuevos productos electrónicos, eso impulsará un enfoque en la extensión de la vida útil de los productos. Bueno, arreglemos las cosas que ya tenemos. Esto podría ser muy bueno para el mundo de la reparación”, decía Kyle Wiens, CEO de iFixit, hace unos meses. ¿Cuántas cosas de la vida cotidiana no se pueden reparar porque su diseño no lo permite?
Lo que todos podemosA pesar de que se incentiva el consumo, el descarte y la renovación constante, existen organizaciones que empujan legislaciones que permiten a los consumidores su derecho a reparar, y también comunidades y personas que practican y promueven el arte de la reparación.
Un fenómeno acompañado por el crecimiento de espacios de compraventa de usados y de intercambio. Aunque los motivos difieren –económicos, ambientales, filosóficos–, coinciden en algo: no todo lo que está roto está perdido.
Hay espacios que comparten este espíritu promoviendo la reparación, difundiendo información para que el usuario gane herramientas y autonomía, organizando ferias al aire libre donde subastan piezas tecnológicas recicladas para acortar la brecha digital y combatir la obsolescencia programada y muchas otras cosas.
“El Club de Reparadores (de Argentina) es un movimiento que promueve la reparación como práctica de consumo responsable y este año se cumple el décimo aniversario desde el inicio del proyecto. Estamos armando un espacio, una sede del club, donde planeamos hacer eventos abiertos comunitarios y colaborativos de reparación, también talleres y otros eventos culturales y sociales con el foco puesto en extender la vida útil de objetos y la economía circular, pero también como espacio de encuentro para accionar sobre la crisis climática y ecológica”, explican desde el Club.

Activistas promueven el derecho a reparar como parte de una economía más circular y justa. Foto:PEXELS: Elias Gamez
Por su lado, Cibercirujas es un grupo de activismo tecnopolítico o hacktivismo también de Argentina, que, como parte de las actividades, reparan y ponen a punto computadores de hace 15 o 20 años que con software libre se pueden seguir utilizando para tareas hogareñas, laborales y escolares, y que luego son donadas.
“Muchas de las actividades que realizamos tienen que ver con el derecho a reparar y la economía circular de bienes informáticos. Las distintas células en las distintas partes del país realizan actividades relacionadas con la reparación de equipos, la recirculación de hardware y también eventos culturales en torno al videojuego, a las artes electrónicas, la música electrónica alternativa y cuestiones similares”, explica Soldán, uno de los miembros fundadores, profesor y editor de la revista Replay.
Y agrega: “Somos una organización descentralizada donde priman objetivos en común que tienen que ver con la reparación de hardware, con la recirculación del mismo y con poner en agenda debates que tienen que ver con la tecnopolítica. Nosotros venimos hablando hace mucho de los aristócratas de la tecnología y los venimos denunciando, aunque ahora estén mucho más en boga”.
Quizás esta recuperación de lo que algunos consideran “chatarra” no solo permita repensar la vida útil de los objetos que nos rodean, inspirar diseños más abiertos, respetar los derechos del consumidor y hasta empoderarnos como ciudadanos, sino también discutir estos temas en continuado con los debates de época sobre el uso de nuestros datos por parte de los gigantes tecnológicos.
Para La Nación (Argentina) - GDA
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