“Todos adictos: la trampa de los ultraprocesados” en Arte, cómo la industria nos hace salivar
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Cuando el profesor de nutrición brasileño Carlos Monteiro investigó las causas del aumento de la obesidad en su país en 2009, hizo un descubrimiento sorprendente: sus conciudadanos estaban comprando menos aceite de cocina, sal y azúcar. ¿Albricias? En realidad, si los consumidores han abandonado estos productos básicos es, en primer lugar, porque han dejado de cocinar y se pasan a comer platos industriales: fideos instantáneos, bandejas congeladas, galletas de chocolate, etc. Es difícil resistirse a ellos y con razón: desde hace cincuenta años, los gigantes de la industria agroalimentaria inundan el mercado con estos productos tentadores y de rápida ingesta.
Esto es lo que demuestra esta investigación, construida en torno a testimonios edificantes. Los de los científicos que exploran las consecuencias nefastas de esta dieta para nuestra salud (sobrepeso, obesidad, diabetes, enfermedades cardiovasculares), pero también los de antiguos colaboradores de la industria, que explican, a veces con orgullo, cómo contribuyeron a la hegemonía de estos productos. Es el caso del neurocientífico estadounidense que introdujo el uso del escáner cerebral en la multinacional Unilever. Objetivo ? Observar el impacto de sus mercancías en el cerebro de los consumidores con el objetivo de hacerlos aún más satisfactorios.
Para lograrlo, la industria alimentaria puede recurrir a los aditivos, esos compuestos químicos que dan a los alimentos su color, su brillo, su suavidad, etc. Un antiguo empleado industrial pasado a la sanidad pública, investigador de Cambridge, lo resume así: "No se trata de alimentos, sino de 'fórmulas' cuyo objetivo es generar cada vez más beneficios. »
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