Desde la ISS, directrices para el diagnóstico y tratamiento de 2 efectos del accidente cerebrovascular

Diagnosticar y tratar la negligencia, que hace que los pacientes ya no perciban nada en una parte del espacio, y la afasia, o trastornos del lenguaje, se encuentran entre los principales problemas a largo plazo que afectan a las personas que han sufrido un ictus. Éste es el objetivo de las dos directrices fruto del trabajo de la Sociedad Italiana de Neuropsicología (Sinp) en colaboración con otras 13 sociedades científicas y asociaciones de usuarios y con el apoyo financiero de la Fundación Gianfranco Salvini Ets, presentadas hoy durante un taller en la sede de la ISS. "En Italia se producen aproximadamente 200.000 nuevos casos de ictus cada año", subraya el presidente del ISS, Rocco Bellantone. Los datos de prevalencia indican que, actualmente, aproximadamente 913.000 personas viven con un ictus discapacitante en Italia. Estos datos epidemiológicos explican claramente por qué es necesario abordar las consecuencias neurológicas, psicológicas y sociales de esta patología. Los documentos, elaborados siguiendo el manual del Cnec, Centro Nacional de Excelencia Clínica, Calidad y Seguridad de la Atención del ISS, contienen indicaciones para identificar estándares mínimos de diagnóstico y tratamiento, mejorar la calidad de la rehabilitación, promover la aplicación de prácticas basadas en evidencia científica, ofrecer apoyo concreto a los trabajadores de la salud y, en definitiva, mejorar la calidad de vida de los pacientes y sus familias. Las consecuencias cognitivas y comunicativas del ictus, como la afasia y la negligencia espacial, son altamente incapacitantes y tienen un profundo impacto en la calidad de vida de los afectados y sus familias —explica Mauro Mancuso, Director del Área Departamental de Medicina Física y Rehabilitación de la USL Toscana Sud Est—. Según el Informe de 2018 del Observatorio Italiano del Ictus, los costes directos para el Servicio Nacional de Salud ascienden a aproximadamente 16 000 millones de euros anuales, a los que se suman aproximadamente 5 000 millones de euros pagados por las familias. En este contexto, las Directrices (GD) para la rehabilitación de personas con secuelas tras un ictus representan una herramienta esencial para garantizar la idoneidad, la equidad y la calidad de la atención rehabilitadora.
ansa