Muerto el Perro (Sanxe), ¿se acabaría la rabia?

Íbamos camino de Sevilla con varios amigos a ver la final de Copa, cuando a uno se le ocurrió decir que arrasaríamos al Madrid. Inmediatamente, una parte del grupo, todos del Barça, se puso en guardia, y defendió que esa no era la actitud. Mientras, el madridismo, tras una temporada nefasta, exhibía una de sus máximas: “El Madrid no juega finales, el Madrid las gana”. El Madrid acabó perdiendo esa final. Las crónicas de los medios madridistas no fueron sangrantes. Prietas las filas. Nosotros nos hubiésemos hecho el harakiri.
Estos días he coincidido con varios amigos de izquierdas, no necesariamente votantes del PSOE. Y la sensación de desolación era generalizada. Estaban abatidos. Se percibe dolor y mucha rabia ante la traición de unos ideales. La militancia y muchos votantes se flagelan, como si la penitencia les fuese a salvar. Y la opinión generalizada es que el Gobierno, el primero de coalición de izquierdas desde la II República, agoniza.
No recuerdo ese abatimiento en las filas de la derecha tras las primeras filtraciones de la trama Gürtel. Sí recuerdo la foto de Rajoy rodeado de toda la cúpula de su partido cuando aparecieron las primeras informaciones. “Esto no es una trama del PP, es una trama contra el PP”, y habló de una conspiración de jueces, fiscales y policías.
Por no jugar al “y tu más”, recordemos también la reacción del PSOE de Felipe González cuando estalló el escándalo Filesa. Entonces los dirigentes socialistas hablaron de “sumarios de heterodoxa instrucción que mantienen bajo continua sospecha de inespecificados delitos al Partido Socialista”.
Muchos personajes que no me merecen confianza están entre eufóricos y ansiososMuchos años después de todo esto, Felipe González y Mariano Rajoy comparten conferencias. El expresidente socialista carga contra Pedro Sánchez cada vez que puede, y M. Rajoy acude como si tal cosa a una manifestación bajo el lema “Mafia o democracia”, celebrada tres días antes de que todo estallase. Parece que alguien sí que tenía la información de la que se avecinaba.
No tengo ni idea de hasta dónde va a llegar el caso Cerdán. Buena pinta no tiene, la verdad. No tengo ni idea de si destapará una nueva financiación irregular del PSOE o de si Pedro Sánchez acabará salpicado. Si así fuese, espero dimisiones inmediatas. Solo sé que el informe de la UCO, que no es una sentencia judicial, ha provocado que Sánchez expulse del partido tanto a Ábalos como a Cerdán, y este ha hecho algo poco habitual: renunciar al acta de diputado.
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Hoy lo fácil sería sumarse al aquelarre que leo y veo en medios de extrema derecha, de derechas y hasta de izquierdas. Aquí no se cierran filas, cosa que me parece muy bien. Sánchez no ha tenido su mejor semana. La leyenda del hombre que siempre acaba resistiendo y sobreviviendo no pasa por su mejor capítulo.
España no ha tenido un presidente de izquierdas tan odiado como él. Ni el Felipe de su última legislatura. La cabeza de Sánchez es muy deseada por varios poderes, y hasta la Conferencia Episcopal pide elecciones. No tengo muy claro si muerto el perro, se acabará la rabia. Veo a muchos personajes entre eufóricos y ansiosos que no me merecen ninguna confianza. La medio sonrisa de Feijóo es inquietante. No hace ni diez días participó en un acto apoyando a Mazón, el político español que ha protagonizado el acto más vergonzoso de nuestra historia reciente.
Y falta por aparecer Aznar, un expresidente que todavía siembra la duda en los atentados del 11-M. Su eslogan ha triunfado. El que ha podido hacer ha hecho. Y no siempre con las mejores artes. No hace falta que la izquierda se haga el harakiri. Si lo de Sánchez no es una patada p’alante, como diría aquel, igual sí que toca resistir.
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