EE.UU. rastrea chips de IA para frenar envíos ilegales a China

La guerra tecnológica entre Estados Unidos y China ha entrado en una fase que parece sacada de una novela de espionaje. Ya no se trata solo de sanciones y restricciones: el campo de batalla ahora se encuentra en los circuitos microscópicos de los chips de inteligencia artificial.
Según reveló Reuters, el gobierno estadounidense ha instalado dispositivos de rastreo en envíos de chips avanzados con el objetivo de impedir su desvío ilegal a China. Esta maniobra, que se mantenía bajo absoluta reserva, busca controlar uno de los recursos más estratégicos del siglo XXI: la capacidad de procesamiento para IA.
Fuentes citadas por la investigación aseguran que los rastreadores se colocan en el embalaje o incluso dentro del hardware de servidores equipados con chips de Nvidia o AMD, integrados por fabricantes como Dell y Super Micro.
La estrategia se habría aplicado a envíos “bajo investigación” para recopilar pruebas contra empresas o individuos que violen los controles de exportación. Aunque no se sabe con precisión cuándo comenzó esta práctica ni su alcance real, su sola existencia ha encendido alarmas en Asia.
La polémica no es nueva. Hace unos meses se detectó un cargamento de servidores Dell con rastreadores visibles y otros ocultos, lo que disparó las teorías sobre un programa de vigilancia encubierta.
Tanto Nvidia como Dell y Super Micro niegan haber instalado estos dispositivos. Sin embargo, la tensión comercial y tecnológica con China hace que estas negaciones no disipen del todo las sospechas.
En el tablero global, los chips de IA no son solo hardware: son la llave maestra para el desarrollo de inteligencia artificial, la automatización industrial y las tecnologías de defensa más avanzadas.
Estados Unidos teme que China pueda acceder a esta capacidad de cómputo y acelerar su propio desarrollo en IA, reduciendo la ventaja estratégica estadounidense. De ahí que se recurra a medidas tan extremas como instalar rastreadores para seguir el rastro de cada procesador.
Con estas medidas, Washington busca reforzar su control sobre el mercado global de chips, valorado en cientos de miles de millones de dólares. Sin embargo, el riesgo es que esta política genere una fragmentación tecnológica irreversible, con China impulsando su propia producción y abandonando el ecosistema estadounidense.
La consecuencia: un mundo dividido en dos cadenas de suministro paralelas, cada una protegida por un muro de proteccionismo tecnológico.
Mientras EE.UU. perfecciona su estrategia de vigilancia, China acelera la producción nacional de semiconductores para reducir su dependencia. La carrera no es solo económica: es una lucha por quién dominará la inteligencia artificial del futuro.
El resultado podría definir el equilibrio de poder global durante las próximas décadas.
La Verdad Yucatán