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Misterio en el Barrio Gótico

Misterio en el Barrio Gótico

La madrugada del día en que se descubrió el primer cadáver, Tomàs Riquelme volvió a aparecérsele. Víctor Balmoral levaba tiempo con su próstata muy disciplinada, gracias a la medicación: ahora tan sólo le obligaba a ir al mingitorio cada noche a las dos y a las cinco, siempre de forma puntual. En su segunda visita, al salir del lavabo, encontró a Tomàs cómodamente instalado en el salón, ojeando el dossier de un trabajo que Víctor había culminado días antes.

—Interesante, ¿verdad? Esta mujer, Finita Llorens de Carvajal: qué vida tan fascinante -comentó con despreocupación su viejo amigo-. A través de sus andanzas personales y profesionales se dibuja toda una época de la ciudad, con ese esfuerzo por abrirse camino y crear una empresa basada en el encanto social.

Tomàs había muerto hacía ya quince años, y Víctor le echaba mucho de menos. Pintor y poeta nacido en Lima de exiliados españoles, llegó a Barcelona aún niño de la mano de su madre, Joana, tras la prematura muerte del padre.

Era extrovertido, deslenguado, provocador, impúdico. Había sido como un hermano para él desde la época universitaria, cuando se conocieron estudiando la carrera de Historia en la Universitat Autònoma, y su sparring dialéctico en tiempos posteriores, sobre todo en los debates ideológicos: se veían regularmente y discutían mucho.

Tenía una salud delicada a la que no ayudó su afición a la mala vida: una pancreatitis aguda se lo llevó antes de cumplir los cincuenta años. Víctor lo recordaba a menudo con tal intensidad que, últimamente, Tomàs se le aparecía de tanto en tanto. ¿Era un fantasma, una proyección, una ilusión? Balmoral no lo sabía y no tenía muy claro si asustarse o alegrarse. Por su natural pragmático, por lo mucho que añoraba las conversaciones que mantenían y por lo imprevisibles que resultaban aquellas visitas, había decidido apreciarlas y aprovecharlas.

Cubierta de 'Misterio en el Barrio Gótico', editorial Planeta (a la venta el 25 de junio)

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—Ese texto que tienes entre manos es resultado de muchas horas de conversación e indagaciones, no lo estropees —indicó Víctor.

Periodista cultural en el diario La Voz de Barcelona, Balmoral había inaugurado años atrás una segunda línea de trabajo con la que complementar sus ajustados ingresos. La Unidad de Investigaciones Biográficas que había creado —pomposo título para una iniciativa unipersonal— elaboraba perfiles en profundidad a quienes los solicitaran, tanto para sí mismos como respecto a otras personas.

Víctor era un biógrafo tenaz y decidido, y sus trabajos abarcaban necesidades muy distintas. El caso de Finita Llorens de Carvajal constituía la modalidad más simple: una gran dama barcelonesa ya nonagenaria, que había sido amiga de su fallecida madre y compartía con ella una separación matrimonial temprana y una dura ascensión laboral en el masculinizado mundo del final del franquismo, le había pedido que le ayudara a escribir sus memorias. Se reunieron una docena de veces y mantuvieron extensas conversaciones; Víctor había telefoneado a algunos conocidos que le ampliaron ciertas informaciones sobre su clienta, y finalmente no había tenido problemas para trazar la trayectoria de la fundadora de la agencia de azafatas (y azafatos) Miranda, proveedora de jóvenes y bien vestidos asistentes a los principales congresos y celebraciones de la ciudad, de seriedad garantizada.

Para afianzarse profesionalmente, Finita cultivó en su día la amistad con los grandes prohombres y mandamases de Catalunya; en algún caso hasta un nivel bastante íntimo. Para su sorpresa, la biografiada insistió en que aquellas memorias recogieran también sus avatares sentimentales. Víctor le recomendó cautela: aunque iban a tener una circulación restringida, no resultaba descartable que acabaran cayendo en manos de algún amor superviviente —ya nonagenario como ella— o de cualquiera de sus familiares. Al final optaron por mantener las situaciones y escudar en el texto a los personajes tras unas iniciales poco comprometedoras.

⁄ Unos tipos enfundados en incómodas armaduras colocaban cajas; otros disponían cortinajes

—Sin embargo —siguió Tomàs—, en este caso hay poca tensión, y apenas afloran contradicciones. Me gustó mucho más el informe Casabona.

El amigo fantasma se refería a otra investigación más compleja que Víctor había abordado con anterioridad, más próxima a lo que hoy se conoce en términos empresariales como due dilligence que a las reminiscencias biográficas de ciudadanos sólo relativamente ilustres como Finita.

El periodista había realizado un trabajo minucioso sobre el magnate Alejandro Casabona cuando, tras su muerte, el Instituto de Estudios Éticos de Barcelona se encontró con un legado suyo de varios millones de euros destinados a amparar iniciativas que tuvieran como objetivo la mejora deontológica del mundo de los negocios, en recuerdo de una tía fallecida que le orientó en sus inicios en la vida y a la que el magnate tenía gran cariño. La duda de la directora de la institución, Luisa Francàs, radicaba en si el legatario llevó una vida lo bastante recta como para poder aceptar su dinero sin que ello fuera a generarle problemas de imagen en el futuro. A través de una sucesión de testimonios cercanos, Balmoral pudo adentrarse en una trayectoria rica en episodios intensos y situaciones de moralidad cuestionable, y aportó a Francàs los datos necesarios para adoptar la decisión final.

—Sí, el informe Casabona me dio muchas satisfacciones… y algunos quebraderos de cabeza. Pero ¿qué te trae por aquí esta noche? —preguntó Víctor.

—En las últimas semanas te he notado agitado. Intuyo que algo raro se aproxima. Pero creo que será bueno que salgas de la zona de confort en la que te estás manteniendo en los últimos meses y afrontes algún reto estimulante. Por cierto, péinate, parece que lleves un estropajo en la cabeza.

—Sí, la verdad es que me está pesando un poco la rutina —confesó el periodista.

—Que es a lo que tiende tu personalidad. Y por eso necesitas estímulos externos.

—Muy amable. ¿Y tú? ¿Cómo va por el reino de los no vivos?

—Ya sabes, el tiempo pasa despacio. Echo de menos pintar, es una de las cosas que no puedo hacer, tiene un componente demasiado material y en mi estado actual no puedo ensuciarme las manos. Pero sigo a las mujeres hermosas por la calle. A las diosas. Las contemplo mientras pasean y eso me devuelve la fe en la humanidad.

⁄ La madrugada del día en que se descubrió el primer cadáver, su amigo Tomàs Riquelme volvió a aparecérsele

—Eres el mismo machista de siempre.

—¿Machista? Admirador de la belleza y celebrador de la comunicación humana, no como tú, que siempre has tenido miedo al amor y al sexo.

—Me soliviantas; haz el favor de desaparecer —dijo Víctor, y Tomàs se esfumó.

El periodista volvió a la cama, pero no consiguió dormir, y esperó el amanecer repasando el dossier sobre Finita Llorens de Carvajal que Tomàs había ojeado. Realmente toda vida constituye una caja de sorpresas que en algún momento su protagonista no puede resistirse a abrir a los demás, reflexionó. Finita, que para su edad mantenía una energía envidiable, deseaba presentar su libro de recuerdos con un gran acto social, y allí le tocaría estar a Víctor Balmoral para respaldar el trabajo hecho.

Las calles del Barrio Gótico conservan una atmósfera misteriosa

Las calles del Barrio Gótico conservan una atmósfera misteriosa

GETTY

Sobre las diez de la mañana, el periodista inició el trayecto a pie hasta la Real Academia de Buenas Letras. Su vida de soltero sesentón habría sido mucho más aburrida sin la pertenencia activa a distintas asociaciones culturales de la ciudad, y la Academia del Barrio Gótico era tal vez la que más apreciaba. Andaba a buen paso: el doctor Garovin le había asegurado que, si cada día caminaba una hora, ya no necesitaba hacer más ejercicio para mantener un mínimo de forma física. Posteriores opiniones bien informadas disminuían drásticamente la certeza de Garovin, pero Víctor se aferraba con fuerza a ella: nada le aburría más que el deporte, pero cuanto mayor se volvía, más gente le recomendaba que lo practicara.

Hacía una mañana agradable en ese otoño barcelonés ya indistinguible de la primavera, y el periodista se movía con su cómodo atuendo habitual, que admitía contadas variaciones: camisa Oxford azul pálido (aunque en ocasiones podía ser blanca o rosa), pantalones chinos de color beige (aunque aceptaba llevarlos verdes o azules), americana sport oscura (la americana le resultaba imprescindible por su variedad de bolsillos donde guardar todo tipo de cosas) y calzados flexibles y ajustados, que le permitían efectuar largas caminatas sin perjuicio de sus extremidades. Descendió por la calle Enric Granados hasta la plaza Catalunya, se internó en la Rambla esquivando los grupos de turistas y dobló por Ferran. Por la calle de Hércules se dirigió hacia la Real Institución.

Esta academia, la más antigua de España en su género, está dedicada al cultivo de las letras, el humanismo y la historia catalana. Cuenta con 36 académicos de número, que en la ceremonia de ingreso son investidos con el historiado collar de la institución, y que componen un numerus clausus : no se recibe a un nuevo integrante hasta que se produce la vacante por fallecimiento de otro.

Víctor había sido propuesto por sus méritos profesionales y porque en aquel momento la casa no contaba con nadie procedente del mundo de la comunicación, que siempre había tenido algún representante allí.

Al llegar al Palacio Requesens, sede de la Academia, se encontró con mucho movimiento en el patio empedrado del hermoso edificio. La empresa Medievalia estaba preparando una de sus cenas-torneo, que constituían una de las fuentes de ingresos más sólidas con que la institución contaba. Unos tipos enfundados en incómodas armaduras —siempre, por la mañana, se realizaba un ensayo general de la justa— colocaban cajas; otros disponían cortinajes; otros preparaban aparadores con bebidas.

⁄ La presidenta de la Academia, Mariflor Juvellanchs, con aire a la actriz Naomi Watts, era una resolutiva profesora

Víctor sorteó las mesas altas y las estufas de exterior y subió la escalinata. La presidenta, Mariflor Juvellanchs, había convocado a la Junta de la Academia para una reunión de urgencia. Mariflor, en su espléndida cincuentena, una mujer de mediana estatura y rubia, con aire a la actriz Naomi Watts, era una resolutiva profesora universitaria. Se había puesto al frente de la institución cuando ésta pasaba por horas bajas tras un par de presidencias que la habían dejado languidecer, con una junta directiva cansada, y estaba dedicando toda su energía a fortalecerla y rejuvenecerla. Había sido ella quien incorporó a Víctor a la casa .

Sergio Vila-Sanjuán Misterio en el Barrio Gótico Editorial Planeta 256 páginas 20,90 euros A la venta el día 25 de junio

La trama Una investigación de Víctor Balmoral

Víctor Balmoral compagina su trabajo periodístico con la realización de investigaciones biográficas. Por encargo de su hija busca a una madre hippy que desapareció hace más de treinta años. Y simultáneamente recibe unas cartas inquietantes relacionadas con el Barrio Gótico, que le llevan hasta la aparición de un cadáver en un viejo palacio y a una amenaza de bomba. Le acompaña algunas veces su amigo Tomàs Riquelme, fallecido tiempo atrás. ¿Es un fantasma, una ilusión, la proyección de una añoranza…?Moviéndose entre instituciones venerables y la movida redacción; entre exquisitos ambientes privados y los de asistencia social a los sintecho de la ciudad vieja, Víctor conoce a la religiosa Eva y su gemela, la guía Eugenia; al promotor Severo Vitale; el canónigo Bentanachs; el galerista Omar Blancafort; la alcaldesa Berta Vives, activista y amante de la lectura… Y afronta los misterios del Barrio Gótico como una forma de conocerse mejor a sí mismo y de comprender la historia profunda del corazón de la ciudad

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