Un partido de barbacoa

Hay un deporte que se llama fútbol, que es como Dios nuestro señor: omnipresente. De hecho, el gremio periodístico, siempre tan aficionado a las metáforas (que por repetición acaban siendo lugares comunes, a veces insoportables), lo bautizó como “el deporte rey”. Pues bien, resulta que este deporte afecta a todo, también a la vida cotidiana de los que cuando vemos una pelota lo último que haríamos sería correr detrás de ella.
Cuando un grupo de amigos se encuentra para pasar un día al aire libre haciendo una parrillada, también parece necesario que haya una pelota para que, antes de tomar el aperitivo, la muchachada se desahogue sudando la gota gorda. Por ello ese partido informal se bautizó en catalán como partit de costellada, y acabó dando nombre a los partidos de fútbol amistosos, donde los equipos no se juegan nada.
En castellano, el equivalente es pachanga, que, según la RAE, es un “partido informal de fútbol, baloncesto u otros deportes”. Pero tiene otros significados anteriores, como el de “danza originaria de Cuba”, y “alboroto, fiesta, diversión bulliciosa”. Este sentido, muy extendido en los países hispanoamericanos, es el que debió de pasar a designar el partido de fútbol festivo. La etimología de pachanga que parece más verosímil dice que proviene de las celebraciones en honor del dios Changó, presente en la tradición cubana. De la evolución de “para Changó” a “pa’ Changó” se llega a pachanga, que es lo que da nombre a la danza cubana.
La ‘pachanga’, que es fiesta y diversión bulliciosa, ha acabado designando también el fútbol amistosoLa pachanga ha tenido aquí tanta fortuna con el sentido de partido informal, que también ha pasado al catalán y el Termcat la ha adaptado gráficamente como patxanga. Desde mi punto de vista, quizá no había que correr tanto, porque la denominación partit de costellada es genuina y tiene un sentido muy claro. El problema es que la costellada también está desapareciendo a toda castaña, parecido a lo que sucede en castellano con la parrillada, que ya no hay nadie que haga una. Ahora todo el mundo se dedica a las barbacoas.
Como pachanga, la palabra barbacoa también llegó desde el otro lado del Atlántico, “probablemente del arahuaco, que indicaba una armadura o construcción en forma de parrilla” ( Diccionari. cat ). Lo que es evidente es que la barbacoa se ha zampado todas las chuletas, y así hemos sucumbido a la palabra de moda.
Corre el rumor de que los herederos de Georgie Dann se están planteando modificar la canción La barbacoa y, allí donde dice “Qué ricos los chorizos parrilleros”, poner “Qué ricos los chorizos barbacoeros”, para que los jóvenes lo entiendan. Con esta pequeña actualización constatan que se podrá seguir bailando con los mismos movimientos sincopados que lucía “el rey de la canción del verano”, que en paz descanse.
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