La industria en picada

INEGI acaba de publicar el Indicador Mensual de la Actividad Industrial (IMAI) de junio de 2025. El dato no es para celebrar: la actividad industrial cayó 0.1 % respecto a mayo y 0.8 % en comparación con junio de 2024. Peor aún, en lo que va del año el sector acumula un retroceso de 1.3 % frente al mismo periodo de 2024.
Es decir, la industria mexicana —ese motor que produce, construye y provee energía— no solo no está acelerando, sino que sigue perdiendo fuerza. La minería se desplomó 8.5 % anual, la generación y suministro de energía cayó 3.8 % y la construcción apenas creció 1.5 %. Solo las manufactureras se mantuvieron sin variación anual. Y eso es, en realidad, un estancamiento con otro nombre.
Muchos dirán: “Bueno, mientras no estemos en números rojos graves, no pasa nada”. Pero sí pasa. Sin dinamismo industrial, la creación de empleos formales se frena. Las empresas producen menos, contratan menos y, en consecuencia, más gente termina en la informalidad, ese territorio donde no hay seguro social, pensión ni vacaciones pagadas. El empleo de calidad pierde terreno.
El riesgo es que este letargo industrial se normalice. Que aceptemos como “lo que hay” una economía que apenas respira y donde abrir un taller informal parece más viable que montar una fábrica formal. Mientras tanto, el gasto social crece, la base de contribuyentes no se amplía y la deuda pública encuentra nuevas justificaciones para seguir aumentando.
Es por eso por lo que la creación de empleos formales se ha derrumbado en lo que va del año. El único dato positivo en este aspecto es el reportado por el IMSS para el mes de julio, en el que se sumaron más de 1 millón 200 mil nuevos puestos de trabajo a la formalidad. Una cifra espectacular y nunca vista en los registros del IMSS.
El problema radica en que cuando se le hace zoom a dicho reporte, nos encontramos que ese número fabuloso que se celebró tanto en Palacio Nacional corresponde a la cifra de dados de alta en el IMSS por la incorporación de 1 millón 200 mil trabajadores en plataformas de reparto. Es decir, la cifra mágica que había revivido el crecimiento del empleo formal se debía a que ahora se estaban contabilizando a una parte importante de las personas que se dedican a la entrega de alimentos y que colaboran con plataformas digitales como Didi o Uber Eats.
Por lo que en términos reales, la creación de empleo formal nuevo siguió en números rojos en la economía. Producto de una actividad económica que poco a poco pasa de “moderada” a claramente estancada.
Mientras que por el lado de la inversión y del consumo, ya también se acumulan cifras negativas, la economía nacional no deja de mostrar una debilidad de la que será complicado recuperarse. En general, al día de hoy bien podríamos afirmar que no se ve por dónde vaya a mejorar el panorama para el gobierno de la presidenta Sheinbaum. No tiene ya dinero público, la deuda no deja de crecer, el pago de los intereses de la deuda sigue creciendo y se come con mayor velocidad el poco dinero público disponible, los compromisos con los programas sociales siguen aumentando y las áreas para recortar el gasto y reasignarlo se acaban cada vez más.
Una industria que no se mueve y un consumo que no levante, sumado a un gobierno pobre que gasta y gasta en cosas de limitado impacto económico general, se están combinando para configurar lo que ya parece ser otro sexenio perdido para México. Si el de López Obrador fue el sexenio de más bajo crecimiento económico en los últimos 40 años, el de Claudia Sheinbaum va que vuela para romper su récord.
La actividad industrial no es solo un dato técnico: es la columna vertebral del crecimiento económico sostenido. Sin ella, lo que viene es un país que importa más, produce menos y ofrece menos oportunidades reales a sus ciudadanos. Y aunque la popularidad política pueda resistir un tiempo, la economía no aguanta indefinidamente cuando su motor principal está apagado.
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