El PS y la decadencia: una reflexión necesaria

Este texto es una llamada de atención, pero también un grito de auxilio para quienes perciben que el Partido Socialista (PS) se está alejando de sus raíces y perdiendo contacto con la realidad del país y de sus propios militantes. No se trata de un ataque gratuito ni de un intento de capitalizar políticamente la crisis del partido; es, más bien, un llamamiento a la honestidad de los líderes socialistas y a su valentía para afrontar problemas de raíz que no se pueden resolver con cambios superficiales, cambios en la dirección del partido o en el secretario general (por fáciles y rápidos que parezcan) ni con el habitual juego de acusaciones que, en todos los partidos, tiende a ser cada vez más «personalizado» y menos estructural.
El PS no solo atraviesa una crisis cíclica, como tantas otras que ha enfrentado a lo largo de su historia. Lo que está ocurriendo equivale a un desplazamiento de las placas tectónicas: una transformación estructural que amenaza la supervivencia misma del partido como fuerza política relevante. No se trata de cambiar de liderazgo, ajustar las campañas de marketing ni encontrar nuevos eslóganes . El problema es más profundo: el PS ha perdido la conexión con sus bases, sus militantes y, en consecuencia, con el electorado que históricamente le dio fuerza.
Una de las críticas más vehementes que he hecho aquí se refiere al distanciamiento de los diputados, eurodiputados y concejales locales respecto a sus bases. Hoy en día, el partido parece operar de arriba abajo, donde media docena de grupos endogámicos y la llamada "Academia" dominan el debate y la elaboración de los programas electorales, ignorando el conocimiento práctico y acumulado por los afiliados, así como las secciones temáticas. Los programas se convierten así en ejercicios de abstracción, ajenos a la vida real de la gente.
El PS siempre ha sido un partido de activistas, de gente que se involucró, que dio la cara, que construyó el partido día a día, en las parroquias, en las comunidades, en los barrios y en las calles. Hoy, muchos se sienten meros extras, figuras silenciosas en campañas vacías, sin influencia, sin respeto, sin siquiera una palabra de reconocimiento (ni siquiera formal y aparente). Por lo tanto, no es de extrañar que el partido esté perdiendo activistas y, con ellos, votantes.
El partido se ha vuelto autosuficiente, encerrado en sí mismo, convencido de que solo puede sobrevivir con el apoyo de pequeños grupos y una élite académica. Pero un partido sin militantes es un partido muerto. Los líderes se equivocan si creen que pueden mantener el poder y los puestos sin una base militante activa y motivada.
El PS se encuentra actualmente en una encrucijada histórica. O reconoce la gravedad de la situación y emprende una auténtica renovación que implique escuchar a sus militantes, valorar el trabajo de base, abrir el partido a la sociedad y abandonar la lógica de la burbuja, o corre el riesgo de convertirse en un partido irrelevante, un partido de "vida asistida", a la espera de que alguien apague las máquinas.
Esta no es una reflexión cómoda, pero es necesaria. El futuro del PS depende de su capacidad para reinventarse y volver a ser un partido del pueblo, para el pueblo y con el pueblo, con la participación activa de su base. Sin esto, el declive no será solo electoral, sino existencial. Siguiente.
sapo