La atención sanitaria ha sido secuestrada por las corporaciones.

Mucho se ha dicho y escrito sobre las debilidades de la actual Ministra de Salud, Ana Paula Martins. Se ha afirmado repetidamente que los problemas del sistema sanitario son estructurales, provienen del pasado y no se solucionan solo con dinero, sino también con una buena gestión y una mayor eficiencia. Pero rara vez se considera otra dimensión del problema: las corporaciones del sector que impiden cualquier reforma y siempre salen indemnes de cualquier crisis o fallecimiento. Nadie dimite entre los responsables. ¿Por qué?
El diario Público informó esta semana que un grupo de más de 1.000 médicos temporales se prepara para paralizar los servicios de urgencias del Sistema Nacional de Salud. El titular es contundente y directo. El motivo de esta amenaza radica en la intención del Gobierno de regular la contratación de médicos temporales y reducir su tarifa horaria actual.
Actualmente, los médicos que trabajan por cuenta propia pueden percibir entre 20 y 61 euros por hora, según su especialidad y el hospital donde trabajan. Esto significa que, en un turno de 24 horas, pueden llegar a ganar 1464 euros. Para optimizar sus impuestos, muchos de estos médicos han constituido sociedades, algunas como autónomos y otras agrupando a varios profesionales que prestan servicios en distintos hospitales.
Cuando nos preguntamos en qué se gasta el dinero que destinamos a la sanidad cada año —casi 18.000 millones de euros anuales—, parte de la respuesta se encuentra aquí: según la revista Sábado, en agosto de este año el Estado ya había gastado 230 millones de euros en trabajadores temporales. Una sola empresa facturó cerca de 56 millones de euros en los últimos 16 años.
Por supuesto, estos trabajadores temporales no están contentos con la decisión del Gobierno. ¿Cómo podrían estarlo? El Gobierno se dispone a arruinar su negocio. Por lo tanto, amenazan, «sin miedo ni vacilación», con paralizar los servicios de emergencia del país porque se sienten, pobres, «marginados» y «excluidos de las decisiones». Además de que esta decisión es de dudosa legalidad —¿desde cuándo puede una empresa ir a la huelga?—, a estos médicos que prestaron el Juramento Hipocrático parece no importarles las vidas humanas que puedan perderse. Con tal de que no sean ellos quienes pierdan dinero.
Mientras que quienes trabajan con contratos temporales extorsionan al Estado a costa de la salud pública, la presidenta de la Federación Nacional de Médicos, Joana Bordalo e Sá, aparece en televisión proclamando a los cuatro vientos que la sanidad no es un negocio. Esta es la misma Joana Bordalo e Sá que amenaza y extorsiona si el Gobierno sigue adelante con la centralización de los servicios de urgencias, obligando a los médicos, en desgracia, a desplazarse hasta 25 kilómetros para prestar servicios en otros hospitales.
En realidad, el monstruo fue creado por el propio Estado. En el caso de los trabajadores temporales, comenzó con José Sócrates y creció desmesuradamente con el paso de los años, hasta el punto de que, en este momento, el Sistema Nacional de Salud depende por completo de los médicos temporales para funcionar. Ningún ministro de Sanidad solo ha logrado detener esta espiral descontrolada de incentivos perversos, sino que, al contrario, la han alimentado con más y más dinero para mantenerse en el poder e intentar comprar cierta paz social. El resultado es evidente: los médicos prefirieron abandonar la nómina estatal, crearon empresas para pagar menos impuestos y ahora tienen al Estado en sus manos.
Esta captura del sistema sanitario, no por entidades privadas —como pretenden los partidos de izquierda— sino por los propios profesionales de la salud, es mucho más profunda y dramática. Mientras el Estado no ponga fin al poder del Colegio Médico para determinar el número de plazas en las distintas especialidades y no tenga el valor de enfrentarse directamente a este pequeño pero significativo poder, ningún problema se resolverá simplemente derrochando dinero.
¿Tiene Ana Paula Martins la autoridad política necesaria para enfrentarse a estas corporaciones? Cada vez menos. Pero si quiere dejar huella en su gestión, aquí tiene dos buenos ejemplos de reformas sanitarias que podrían, a medio plazo, solucionar muchos de los problemas actuales. Su imagen política está aún más dañada, y eso sería difícil. Y sería una despedida digna del gobierno.
Jornal Sol


