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Capodarco, así concretizaba Don Franco las palabras dignidad y derechos

Capodarco, así concretizaba Don Franco las palabras dignidad y derechos

El 27 de mayo de 2025, a los 94 años, falleció Don Franco Monterubbianesi, fundador de la Comunidad Capodarco . Las epopeyas de aquella Navidad de 1966 forman parte de la historia de la transformación de nuestro país. La intuición de Don Franco, compartida con otros compañeros de viaje, logró transformar las palabras "dignidad" y "derechos" en acciones concretas para conquistarlos.

Fue una transición trascendental, parte del nacimiento de nuestro Estado de Bienestar. El final de la década de 1960 representó un punto de inflexión cultural: los derechos ya no se percibían como concesiones externas, sino como responsabilidades colectivas e individuales. El nacimiento de la Comunidad Capodarco, al igual que otras experiencias similares, rompió un patrón profundamente arraigado en la sociedad : el de la beneficencia. En su lugar, se afirmó la idea revolucionaria de que vivir plenamente era un derecho.

Don Franco Monterubbianesi

La vida de Don Franco estuvo marcada por un sueño perseguido con una obstinación casi obsesiva, que se convirtió en la prioridad diaria de su compromiso . Tenía la extraordinaria capacidad de percibir lo que no funcionaba en nuestra sociedad y la incesante necesidad de contarlo, narrarlo y difundirlo por todos los medios posibles.

No conocía el cansancio, pero ponía a prueba la paciencia de quienes le rodeaban, insistiendo, presionando, volviendo al mismo punto hasta el agotamiento; el de los otros, no el suyo.

Comprendió la urgencia de una visión globalista: quienes cuidan de los últimos no pueden ignorar las injusticias que azotan cada rincón del planeta. Fue uno de los primeros en vincular el acceso a los derechos con la necesidad de proteger la creación. En un período de su vida, se inspiró profundamente en el concepto de Pachamama , que insertó en todas sus reflexiones como un vínculo clave entre la justicia social y la justicia ambiental.

También fue uno de los primeros en intuir el potencial de la agricultura social como herramienta de redención, y cultivó con tenacidad el sueño del «después de nosotros» —o, como él decía, «después de nosotros durante nosotros»—, concebido como un horizonte concreto para garantizar un futuro para las personas con discapacidad y sus familias. Sus intuiciones fueron inmersiones visionarias, a menudo premonitorias de los tiempos venideros.

Era un visionario, sí, con una dosis de esa locura que caracteriza a quienes tienen el coraje de abrir nuevas puertas. Una locura difícil de gestionar para quienes lo rodeaban, quienes razonaban según esquemas más lineales, o quienes tuvieron que asumir las dificultades económicas y de gestión que generaban los sueños depositados en las manos equivocadas. Pero una locura necesaria, capaz de generar transformaciones . A veces se convertía en obsesión y podía provocar ira, sobre todo después de la décima llamada telefónica sobre el mismo tema.

Don Franco no fue un santo, como quizás se le describió de forma demasiado hagiográfica en los días posteriores a su muerte. Fue un hombre, con sus defectos, pero también con una fuerza y ​​una visión que inspiró y transformó la vida de muchos. Dos artículos que leí estos últimos días me conmovieron profundamente y me ayudaron a comprender la magnitud de la revolución que logró implementar. Dos personas con discapacidad, de diferentes maneras, le agradecieron por haberles dado una segunda vida. Son personas que hoy representan un ejemplo de lucha y transformación, activistas que luchan por mejorar las condiciones de vida de los demás.

La intuición de la Comunidad Capodarco nos ha permitido afirmar, con seriedad y concreción: sí es posible . Sí, una persona con discapacidad tiene derecho a casarse, a perseguir sus sueños, a crear espacios de cuidado, a hacerse cargo de la fragilidad ajena. Las fragilidades no desaparecen, pero pueden transformarse en un recurso. No te curas de tu condición, pero esa condición ya no es el centro de tu vida. Se abren otras oportunidades, se desarrollan otras habilidades, se activan otras inteligencias. Con estas nuevas "gafas", me gustaría decir que, desde entonces, el mundo nunca ha sido el mismo. Porque la mirada con la que miramos la realidad ha cambiado, y la conciencia de que cada persona tiene derecho a transformar su perspectiva sobre sí misma.

Quizás esta sea la mayor revolución: acercarse sin importarle, sino estar a su lado y decir: «Tu vida puede ser diferente. Se puede. Mira más allá, finge ser otra cosa». Una nota personal. Todavía tengo al menos diez mensajes en el contestador de Don Franco. Al recordarlo, me doy cuenta de que su constante necesidad de lanzar intuiciones, de cambiar constantemente el objetivo, a menudo chocaba con mi forma de ser. Me puse nervioso muchas veces, muchas más de las que di las gracias. Quizás fue un error.

Por ello, quiero agradecer a Nunzia Coppedè, de la Comunidad Progetto Sud, y a Francesca Bondì, de la Comunidad Capodarco de Perugia. Ellas me ayudaron hoy a comprender plenamente el mensaje y, sobre todo, la acción concreta que Don Franco logró implementar.

De visionario teórico que era considerado, fue en realidad un revolucionario práctico.

En la imagen de archivo del Centro de Día de Capodarco, una persona con discapacidad pinta con un voluntario – foto de Marcotulli/Sintesi

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