¡Manifestación en la ONU!

Trump no fue a la Asamblea General de la ONU a pronunciar un discurso de Estado. No. Nada de eso. No fue a posicionarse sobre los desafíos globales, dos guerras ni el liderazgo estadounidense. Fue a un mitin. Puro y simple. Más de una hora. Empezó a arremeter contra las Naciones Unidas. Terminó arremetiendo contra las Naciones Unidas. ¡Un mitin! Trump era Trump. Igual que él. Nada que ver con un presidente de Estados Unidos. Nada. Terrible.
Inmediatamente empezó a atacar el edificio. Sí, el edificio de la ONU. El que, en aquel entonces, había pujado por 500 millones de dólares. Costó 5.000 millones. «Estafas». Cinco veces más. Escaleras mecánicas rotas, un teléfono que no funcionaba. Un desastre. Luego presumió. De sus logros. De las siete guerras que afirma haber terminado. Habló poco de Gaza. Casi nada de Ucrania. Solo para arremeter contra los aliados de la OTAN. Y contra los europeos, por supuesto. Que siguen comprando petróleo y gas a Moscú. Es su culpa. Siempre suya. Aquí se anotó un tanto. Innecesario.
Luego se desvió hacia el clima. Largo y tendido. ¿Para qué? Para volver a criticar a la ONU. Y los miles de millones gastados en el calentamiento global. ¿Energías renovables? «Nunca dan resultados». En efecto. Lo repitió incontables veces. Y siempre criticando duramente a los «apóstoles del desastre climático». Ridículo.
En medio, por supuesto, no podía faltar Biden. Y la administración Biden. El saco de boxeo de siempre. Y la inmigración. ¡Ah, la inmigración! «Delincuentes, enfermos mentales, exconvictos». Todos entrando a Estados Unidos con las puertas abiertas. «¡Pero se acabó!», dijo. Claro que sí. Maduro también captó el mensaje. «No habrá más lanchas rápidas transportando drogas».
Trump es un desastre. Ultranarcisista. Inconmensurable. Bipolar. ¿Todo lo que hicieron los demás? Un desastre. ¿Todo lo que hizo él? Un triunfo. Así de simple. Así es él. Fue un buen día. Solo para él. Una decepción total para quienes esperaban un discurso de Estado contundente, con proyección internacional, que definiera sus posiciones sobre ambas guerras, fortaleciera la OTAN y subrayara el liderazgo estadounidense. Nada de eso. Nada. Trump está en otra galaxia.
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