No, Rusia no está ganando la guerra

Moscú celebró el viernes su anual día de la Victoria con un desfile militar que incluyó 11.500 soldados, decenas de tanques y vehículos blindados, misiles nucleares, aviones de guerra, orquestas y un mar de banderas. Hacen bien los rusos en conmemorar a lo grande su papel en la derrota del nazismo en mayo de 1945.
Murieron 24 millones de sus compatriotas, muchos más que en cualquier otro país, y su aportación militar fue decisiva en la única causa digna que han defendido en los últimos 80 años. Esa gloriosa hazaña aparte, no se recuerda nada que Rusia haya hecho en este tiempo para el bien de la humanidad. Para el mal, bastante, siendo el caso más reciente la invasión de Ucrania, muy presente en el discurso del presidente ruso, Vladímir Putin.

“Todo el país, toda la sociedad, toda la gente apoya a los participantes de la operación militar especial”, declaró desde una tribuna delante del Mausoleo de Lenin. “Rusia es y será un muro infranqueable para el nazismo, la rusofobia y el antisemitismo. La verdad y la justicia están de nuestro lado”.
Bueno, lo que tú digas, Vladi. Lo que no cuentas es cómo va la “operación”. Lo entiendo. Va fatal. Ha sido un fiasco, tanto a nivel militar como económico. Rusia es más débil que antes de la invasión de febrero del 2022, el contraste es devastador entre la ofensiva rusa que concluyó con la toma de Berlín en 1945 y el catastrófico estancamiento de las tropas rusas en Ucrania hoy. “Catastrófico”, porque los rusos han perdido casi un millón de soldados entre muertos, heridos, lisiados y perdidamente traumatizados. “Estancamiento”, porque no solo fracasaron de manera tragicómica en su intento inicial de tomar Kyiv, la capital de Ucrania, sino que en más de tres años de guerra solo han conquistado una delgada franja de territorio enemigo en el frente oriental.
Las fuerzas rusas han avanzado una media de menos de cuatro kilómetros al día en los últimos tres meses, según una agencia militar finlandesa citada por The New York Times. A este paso tardarían años en capturar solo las regiones que Putin exige como botín en las supuestas negociaciones de paz que promueve Estados Unidos, y casi un siglo en conquistar toda Ucrania. El principal motivo de celebración rusa es que en estos mismos tres meses sus misiles han matado o herido a 2.600 civiles ucranianos.
Citaré lo que dijo esta semana Adam Kinzinger, un expiloto de la fuerza aérea estadounidense y excongresista republicano exiliado a Siberia (digamos) por las fuerzas MAGA que han tomado el control de su partido. “Lo que estamos viendo es una horrenda caricatura del poderío militar –dijo Kinzinger–. Rusia manda al frente soldados que apenas han sido entrenados para el combate. Han tenido que recurrir a tropas norcoreanas. Utilizan burros debido al colapso de su red logística. Utilizan tanques que pertenecen a los museos”.
Todo esto recuerda más a la Primera que a la Segunda Guerra Mundial. Putin pretendió tomar Ucrania con la misma facilidad con que el ejército alemán tomó Francia en junio de 1940. Lo único que ha logrado 38 meses después es el equivalente de lo que lograron los alemanes entre 1914 y 1918: ver su invasión reducida a una guerra de trincheras en una pequeña franja del este francés. Como dice Kinzinger, “esto no es lo que llamamos victoria”.
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Tampoco hay mucho que festejar en el terreno económico. Aquí Rusia está a la defensiva en tres frentes: la caída global de los precios del petróleo, sus astronómicas tasas de interés y las sanciones internacionales. El petróleo, de cuyas ventas Rusia obtiene más de la tercera parte de su presupuesto estatal, ha caído un 15% en el último mes. Tasas de interés del 21% están frenando el crecimiento de la economía rusa, cuya alta inflación conduce a un aumento mensual del precio de la comida. Esto último quizá no preocupe mucho a Putin, dado que si algo caracteriza a los rusos es su ancestral resignación ante las desgracias que les llueven desde el Kremlin. Lo que sí le hará perder el sueño es la posibilidad de que no pueda seguir alimentando como hoy a su voraz aparato militar.
El desfile del viernes dio otra imagen. Quizá se la creyeron los casi 30 eminentes dirigentes extranjeros que lo presenciaron. Bueno, el líder chino, Xi Jinping, seguro que no. Él observa el mundo con calculadora frialdad y, llegado el momento en el que la alianza sino-rusa deje de servir a sus intereses, no dudará en abandonar a su amigo Vladímir. Los otros, ¿quién sabe?
Salvo Lula, menuda coalición de tiranos en la celebración en Moscú de la victoria contra el nazismoAhí estaban, por elegir media docena de joyitas, los presidentes de Bielorrusia, Cuba, Venezuela, Egipto, Zimbabue y Birmania. Menuda coalición de tiranos. Quizá el único invitado a la fiesta al que no podemos llamar tirano es Luiz Inácio Lula da Silva, el presidente de Brasil.
Lula, ¿qué caralho hacías ahí? ¿Se trata de un caso más de aquella izquierda troglodita que sigue pensando que Rusia no es el país más fascista del mundo, sino el gran defensor del proletariado? ¿Cree Lula, como algunos de sus correligionarios, unidos en criterio (oh, magnífica perversidad) con el presidente de Estados Unidos, que Ucrania instigó la guerra con Rusia y que el líder ucraniano es un dictador?
¿Qué le pasaba por la cabeza a Lula al oír el discurso del dictador ruso? ¿No se quedó atónito cuando dijo aquello de que “la verdad y la justicia” estaban de su lado, y que “Rusia luchará contra las atrocidades de los seguidores del nazismo”, es decir, los que votaron por Volodímir Zelenski?
El país es más débil que antes de invadir Ucrania, y tampoco hay mucho que festejar en lo económico¿Se creyó lo de “la justicia”, cuando Putin es un descarado asesino de sus rivales políticos, cuando hay más de 20.000 rusos en la cárcel por declararse en contra de la invasión de Ucrania? ? ¿O lo de “la verdad”, cuando es irrefutable, cierto como una catedral, que nadie en el mundo miente como Putin? Y en cuanto a lo del nazismo, ¿Lula y compañía no saben que Zelenski es judío, que perdió familiares en el Holocausto, que su abuelo luchó junto a las tropas cuyo sacrificio Putin justo estaba conmemorando el viernes con su glorioso desfile militar?
Una de dos, o se trata del colmo del colmo del cinismo, o esta gente está loca y vive, como Putin, en un mundo paralelo, ajeno a la realidad. Con la excepción de Xi Jinping, yo me inclino por la segunda explicación.
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