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Una fiscalidad de perros

Una fiscalidad de perros

Extremadura ha aprobado una deducción fiscal del 30% de los gastos veterinarios originados por los problemas de salud de las mascotas. La bonificación será de hasta un máximo de 100 euros y tendrá un coste para las arcas públicas de esa comunidad de seis millones de euros sobre un presupuesto que rebasa los ocho mil. Fiscalmente, los perros, gatos y pulgas amaestradas ya son en Extremadura uno más de la familia. Anticipa el gobierno de la dirigente popular María Guardiola, lo que acabará sucediendo en toda España. La paradoja salta a la vista: los seguros médicos de las personas, que aligeran la presión sobre el colapsado sistema sanitario, no son deducibles. En cambio, abrimos ya la puerta para que sí lo sean las indigestiones de chuchos y meninos. Nos parece una medida de lo más coherente. Un país de perros exige una fiscalidad de perros.

En los años duros del procés independentista es muy probable que esta decisión se hubiese entendido por parte del nacionalismo en clave de afrenta. El regalo fiscal a los dueños de los animales (no quieren que se les llame así, ahora son padres y madres de “hijos” de cuatro patas) no se hubiera pasado por alto. El agravio se hubiera expresado, más o menos, en estos términos: gracias al expolio fiscal las mascotas extremeñas tendrán más cuidados, mejor salud y vivirán más años que las catalanas. ¡No disponer de nuestros recursos les cuesta la vida a nuestros animales!

El marco de confrontación ha pasado del España nos roba al Madrid nos roba

Así hubiese sido en época de brocha gorda. Ahora, con la Generalitat gobernada por los socialistas y Salvador Illa fajándose por exigencia de ERC en obtener resultados en el hallazgo de una financiación singular que al mismo tiempo no sea singular para Catalunya, conviene el uso del pincel. No hay que violentar ni confrontar con nadie. La España federal exige fraternidad y respeto a las decisiones de cada uno. Esta manera de hacer, imprescindible para que tenga alguna posibilidad el optimista plan de Illa de convencer al resto de CC.AA. de las bondades de una financiación pactada primero entre el Gobierno y la Generalitat, sólo admite una excepción: Madrid. De ahí que el nuevo marco de confrontación que se empuja desde el socialismo catalán, afortunadamente de forma más civilizada y menos demagógica que la que aquí expresamos, adopte una nueva forma: del España nos roba (a los catalanes) al Madrid –el de Ayuso– nos roba (a todos los españoles).

A los beneficios económicos que Madrid acumula como capital de España se suma la deshonesta, insolidaria y egoísta política fiscal del gobierno Ayuso, reza el argumentario oficial socialista. Esta confrontación tiene un alto valor de uso político. Por un lado, desvía la mirada de las graves dificultades de fondo que arrastra el modelo fiscal prometido a ERC (no sólo en cuestiones principales como la ordinalidad). Del otro, acentúa aquello en lo que sí es fácil que se pongan de acuerdo el PSOE y el PSC: la voracidad no es catalana, es madrileña. Como el socialismo está en los huesos en Madrid no arriesga nada haciendo suyo este razonar.

Salvador Illa

Albert Segura / ACN

La pelea con el Madrid de Ayuso, que en política económica y fiscal Illa busca desde el primer día, aporta otro beneficio al PSC. Elimina la posibilidad de que en Catalunya se abra algún día el debate entre catalanes sobre la asfixia fiscal que apuntala sobre ellos su propio gobierno (este y los anteriores). Por incomparecencia de la oposición, por exigencias de la aritmética parlamentaria y por el discurso ganador de la izquierda –y la ultraizquierda– durante los años del procés, Catalunya debe ser el único lugar del mundo en el que no existe una mínima discusión sobre la razonabilidad de la carga fiscal impuesta por su gobierno más cercano. Iluminar con grandes focos la fiscalidad madrileña garantiza que esto siga siendo así. A fin de cuentas, si pagamos demasiado es siempre por culpa de otro. Y a comer perdices y dormir felices. Una resignación de lo más conveniente. No para los ciudadanos, pero sí para nuestros gobernantes.

Pero vayamos a lo importante: si ha de reencarnarse en animal de compañía pídase nacer en Mérida, Cáceres o Badajoz. O en cualquier lugar del País Vasco. Aunque de los vascos, por lo que sea, no hable nunca nadie. Guau, guau.

lavanguardia

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