Más allá de la polilaminina: el potencial de la placenta en la ciencia

Recientemente, una investigación brasileña sobre la polilaminina, una sustancia desarrollada a partir de una proteína placentaria, ha llamado la atención de la comunidad científica mundial por demostrar la posibilidad de restaurar lesiones de la médula espinal.
El estudio de la Universidad Federal de Río de Janeiro (UFRJ) se realizó inicialmente en seis perros parapléjicos y se publicó en agosto de este año en la revista Fronteras en la Ciencia Veterinaria . Cuatro de los animales que recibieron inyecciones de polilaminina en la médula espinal pudieron caminar de nuevo. Dos de los animales mostraron un progreso más modesto.
En humanos, la prueba se realizó experimentalmente en grupos pequeños. Según los investigadores, ocho voluntarios que habían perdido la movilidad debido a lesiones medulares recibieron la sustancia y reportaron distintos niveles de recuperación motora, desde el control de extremidades y tronco hasta la movilidad completa de las piernas.
Los resultados en animales y en los primeros voluntarios forman parte de la investigación sobre la polilaminina, iniciada hace más de 20 años. Esta sustancia es una versión de la laminina, creada en laboratorio, una proteína producida naturalmente por el cuerpo durante el desarrollo embrionario para contribuir a la formación y regeneración del sistema nervioso, y que puede obtenerse de la placenta humana tras el nacimiento.
La investigación sugiere un camino prometedor para nuevos tratamientos de regeneración de la médula espinal, destacando el potencial de la placenta humana en la ciencia.
¿Por qué estudiar la placenta humana?
La placenta es un órgano que se desarrolla en el útero durante el embarazo y se encarga de suministrar oxígeno, nutrientes y otras sustancias al bebé a través del cordón umbilical. Es el principal órgano protector del bebé y actúa como sus pulmones, riñones e hígado hasta el nacimiento.
Tras el parto, las placentas suelen desecharse como desechos médicos. Sin embargo, analizar este órgano vital puede ayudar a comprender diversas afecciones que afectan la vida tanto de la madre como del bebé.
Así lo defiende la obstetra e investigadora Maria Laura Costa do Nascimento, docente de la Unicamp y una de las responsables por la creación del Biobanco de Placenta del Centro de Atención Integral a la Salud de la Mujer (Caism) de la Universidad Estadual de Campinas (Unicamp).
" Los efectos de lo que sucede durante el embarazo se registran en la placenta, por lo que comprender los cambios placentarios puede explicar qué salió bien o mal durante el embarazo e incluso ayudarnos a entender lo que podría suceder en el futuro", dice María Laura, quien ha estado investigando la placenta humana durante unos 15 años.
El biobanco de la Unicamp almacena aproximadamente entre 350 y 500 muestras de placenta, recolectadas voluntariamente de pacientes del CAISM. El material biológico se congela a baja temperatura y se pone a disposición para futuras investigaciones, aprobadas por el Comité de Ética en Investigación, organismo adscrito al Consejo Nacional de Salud.
Vea a continuación investigaciones más recientes realizadas con la placenta humana en Brasil.
Apósito biológico para el tratamiento de quemaduras
En junio de este año, el Ministerio de Salud autorizó el trasplante de membrana amniótica para el tratamiento de pacientes con quemaduras de piel en el SUS, con el fin de promover una curación más rápida y eficaz.
La membrana amniótica es la capa más interna de la placenta. Es delgada, fuerte y flexible, y forma una barrera protectora para el feto, protegiéndolo de golpes, cambios de temperatura e infecciones.
En el tratamiento de quemaduras, la membrana promueve una mejor cicatrización, alivia el dolor y crea una barrera protectora contra bacterias e infecciones. La principal ventaja de la membrana es que estimula la cicatrización, lo que permite que las células del paciente se multipliquen y formen piel nueva con mayor rapidez que otros tratamientos.
Para crear el apósito, se extrae la membrana amniótica de la placenta después del parto, con la aprobación previa de la madre. Una vez extraída, se prepara y se envía a un banco de tejidos. En promedio, cada placenta permite producir seis apósitos. La técnica ya se utilizaba en otros países, pero en Brasil solo se empleó en investigación hasta que el Ministerio de Salud la autorizó.
Diagnóstico de la infección por el virus del Zika
Hace una década, las complicaciones del virus del Zika en mujeres embarazadas marcaron una generación de bebés nacidos con microcefalia u otras anomalías fisiológicas. En aquel entonces, la relación del virus con la barrera placentaria y sus efectos a largo plazo no estaban claros. Además, según el Ministerio de Salud, diagnosticar la infección por Zika era difícil: tanto porque la mitad de los pacientes son asintomáticos como porque, en quienes presentan síntomas, las pruebas deben realizarse dentro de los cinco días posteriores al inicio de la enfermedad.
En 2019, investigadores de la Unicamp –entre ellos Maria Nascimento, desde el inicio del informe– analizaron muestras de placenta de embarazadas que tuvieron hijos en el Caism y presentaron síntomas de Zika entre 2016 y 2017. El material quedó almacenado en el biobanco de la universidad.
La investigación identificó la presencia del virus en muestras de 14 de las 17 placentas analizadas. Previamente, las embarazadas se habían sometido a análisis de sangre y orina para detectar el virus, con resultados negativos. "Fue un trabajo importante demostrar que el virus se almacena en la placenta y que examinar este órgano es una oportunidad para confirmar el diagnóstico", explica el profesor de la Unicamp. El diagnóstico es esencial para garantizar que los niños afectados por el virus reciban atención médica temprana, incluso sin consecuencias evidentes como la microcefalia.
Además de demostrar que la placenta puede ser un marcador de la infección por Zika, el estudio fue importante para establecer un protocolo de recolección y análisis de muestras placentarias para futuras investigaciones. Según el estándar CAISM, el material biológico placentario debe recolectarse inmediatamente después del parto en cinco lugares diferentes y almacenarse a aproximadamente -70 °C.
Microplásticos en mujeres embarazadas
En julio de este año, un estudio realizado por investigadores de la Universidad Federal de Alagoas (UFAL) identificó la presencia de microplásticos en placentas y cordones umbilicales de embarazadas brasileñas. La investigación, publicada en la revista Anales de la Academia Brasileña de Ciencias, fue la primera en identificar este tipo de contaminación en humanos en Brasil y en toda Latinoamérica.
El equipo analizó muestras de 10 embarazadas atendidas por el Sistema Único de Salud (SUS) en dos hospitales de Maceió. Identificaron 229 partículas microplásticas en las diez pacientes, 110 de las cuales se encontraban en las placentas y 119 en los cordones umbilicales. Entre los materiales más frecuentes se encontraban el polietileno, presente comúnmente en envases y bolsas de plástico, y la poliamida, presente en tejidos sintéticos.
La investigación llamó la atención por detectar una mayor cantidad de microplásticos en los cordones umbilicales que en las placentas, lo que indica que las partículas atravesaron la barrera placentaria y posiblemente llegaron al feto.
El estudio aún se encuentra en sus etapas iniciales y necesitaría ampliarse para recolectar más muestras de diferentes poblaciones de embarazadas. Sin embargo, los resultados ya son lo suficientemente relevantes como para plantear preguntas sobre los posibles impactos de los microplásticos durante el embarazo y la infancia, así como para impulsar nuevas investigaciones sobre el tema en Brasil.
IstoÉ